jueves, 30 de noviembre de 2017

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Angustia

Tenía – porque ya no se espera nada – nombre bíblico. San Juan. Lo de A.R.A. no sé lo que es. Tampoco importa demasiado. Desconozco  si el San Juan era por el que vestía de saco y decía que detrás de él venía uno a quien no era digno de desatarle la correa, o el otro, el que preguntó quién era el traidor. Da igual.

Era un barco. Bueno, exactamente un barco, no; era más que un barco. Era un submarino que son los barcos que juegan con dos barajas. Van por encima del agua y cuando les parece bien se van a las profundidades. A eso se les llama sumergirse o inmersión o algo por el estilo que conocen tan bien Pérez Reverte que es quien más sabe de barcos entre los escritores vivos y la gente de la mar.

Lo cierto es que los submarinos no tienen ventanillas para ver cómo los delfines navegan con ellos y les anuncian que están en aguas que nos son suyas. Esas aguas pertenecen a los bichos de los océanos.

Cuando se meten en las profundidades, tampoco. Ahí los bichos tienen otros nombres. Algunos son muy grandes. Tienen bocas con unos dientes – porque ¿los tiburones tienen dientes o dentaduras? – que asustan y dan miedo de verdad.

La cosa apuntó mal desde un principio. El submarino argentino salió del sur, muy al sur. Navegaba hacia el norte y dicen las informaciones que su destino era Mar del Plata. Mar y Plata. Preciosos nombres. Góngora llamó a la mar “cerúlea tumba”.

Ha tenido mucho de lo segundo. El barco, bueno el submarino, anunció a base que tenía una vía de agua y que había un incendio. No hicieron caso. Ni mucho, ni poco. Ningún caso.

El A.R.A. San Juan está perdido en las profundidades. Los familiares dicen que su conservación era nula. Se había ‘desorientado’  el dinero – ese en tierra – destinado a su mantenimiento. Eso de la corrupción no conoce fronteras.


Lloran desesperados. No han llegado a su destino; no van a llegar nunca. Me aterra pensar en la angustia de ese puñado hombres y una mujer atrapados dentro. Que la Virgen del Carmen le haya ayudado en esta angustiosa singladura… 

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