sábado, 18 de noviembre de 2017

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora



Mañana de sol y viento fresco; no hay nubes que traigan esperanza de un cambio de tiempo. El azul es precioso,  intenso y según en qué momento, delicado, sutil, turquesa como el manto que se va a poner la Inmaculada el mes que viene.
Salgo temprano.  Leve olor a pan caliente. Viene de la panadería de la esquina. Antes las panaderías caldeaban con leña de la sierra. Los mulos cargados dejaban en las puertas de las tahonas olor a romero y a tomillo, a retama, a aulagas y a arbolinas; ahora, con la tecnología las panaderías  cuecen el pan caldeando los hornos eléctricos  y claro, el progreso es otra cosa. Las panaderías casi han perdido el olor.
Tiempo de dulces precursores de la Pascua, la Pascua de la Navidad, la de los fríos y nieves – lo de la nieve, también era antes - en las cumbres, la de los ríos con peces que no paran de beber y la de pastores con ovejas que pastan en montes de arpilleras.  Tiempo de dulces propios: mantecados, pestiños, alfajores, roscos de vino y de anís… La navidad tiene sus dulces.
Es, también,  tiempo de empanadillas. Cuando yo era niño de Nerja venían unas batatas blancas, las llamábamos ‘boniatos’;  las de aquí eran de color rojizo, anaranjado y las llamábamos ‘californias’,  y tras la cocción en una olla de agua que levantaba pompas al hervir,  se hacía una pasta dulce, única, excelsa. Era el polvo de batata; o lo que es lo mismo, la gloria bendita al alcance de la mano.
No es cuestión ni de peroles  ni de lenguas achicharradas porque los niños golosos no teníamos paciencia  - ‘que no tienes espera’, me decía mi madre – para aguardar que una vez sacada de la sartén, la empanadilla rellena,  provocativa, sustanciosa, picarona se ofrecía en un plato emborrizado en azúcar.

 Les hago una proposición deshonesta.  Un par de empanadillas  - más no, que luego se engorda y no abrochan los cuellos de las camisas – y un par de copitas de anís de Rute… Con tientos callados y silenciosos,  como los que daba el Lazarillo al jarro del ciego, como se sirve el pecado bueno y, luego… Bueno, luego, me lo cuentan, pero no me echen a mí la culpa...


Resultado de imagen de empanadillas



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