Dicen que si las borrascas no
entran por Cádiz en Andalucía no llueve. Dicen que el anticiclón de las Azores
está apatarrado sobre el Atlántico y no hay quien lo mueve. Dicen que las
corrientes ‘en chorro’ que subían desde Canarias camino de las tierras de
Europa se han desorientado y están perdidas por no se sabe dónde.
Está el anticiclón como esos
políticos enganchados al gachero que no hay quien los mueva. Claro que a los
políticos les va por la teta y nadie conoce
qué beneficios saca el anticiclón con su postura dura y estática sin que
dé opciones a las borrascas a seguir su ruta.
Están resecas las lomas. La
gente del campo ha sembrado guiada por la fe que siempre los guía. El campo
siempre se mueve por la creencia de que algo vendrá: la lluvia, el aire, el
tempero, o la calor para que espiguen los trigos. Alguien manda sobre todo eso.
Parece que ese Alguien se ha olvidado de nosotros o tiene otras cosas
en qué pensar y no nos ha echado muchas
cuentas este otoño. Desde hace tiempo las nubes se van por otra calle. No hay
una nube en el cielo ni para enseñarla a los niños que ya ni las recuerdan cómo
eran…
Los veneros desangrados, los
pozos secos. No corren ni cañadas ni arroyos; el campo es un clamor. Pide agua
a gritos. Pide una solución. La cosas como tarde en venir la lluvia puede que
ocurra como aquellos municipales antiguos de los pueblos que llegaban cuando ya
había terminado la pelea en la taberna.
Las imágenes de las
televisiones enseñan los fondos de los pantanos. Algunos llevaban tanto tiempo
debajo del agua que ahora hay quien ha descubierto que en aquel valle había un
pueblo, y en el pueblo tenían una iglesia, y la iglesia una torre, y en la
torre unas campanas. O sea en aquel pueblo había vida que quedó muda bajo la
masa líquida.
Puede que la mudez, como siga
la cosa así, no va a quedar
enterrada en ningún fondo
tenebroso. Estará a vista de todos sobre un soto, sobre un alcor, sobre
cualquier costera, en un valle que fue verde y tuvo árboles y pájaros anidando
en primavera porque la sequía la dejará marcada hasta que Dios se apiade y
mande que se acabe todo esto.
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