lunes, 27 de noviembre de 2017

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. La novia de Reverte

La novia de Reverte bordó un pañuelo. “Con cuatro picaores, Reverte, en medio”. Lo dice la copla. Yo no sé la calidad de bordados de aquella novia, ni de los encajes y pespuntes del pañuelo, ni si Reverte lo llevaba en la bocamanga cuando iba – si es que iba, claro – de paseo con ella del brazo.

La novia de Reverte, como todas las novias de antes, tenían detalles únicos para sus novios. Si la novia de Reverte se hubiese dado un  paseo por la Serranía de Ronda, a finales de noviembre, seguro que los cuatro varilargueros estarían cambiados por cuatro castaños dorados de otoño.

En  la Real Maestranza de Caballería de Ronda, además de todas las curiosidades que exponen en su museo, estaría el mismo pañuelo pero con otra literatura. Algo así como “la novia de Reverte bordó un pañuelo / con cuatro castaños de oro / su amor en medio”. No fue exactamente así pero pudo serlo.

La novia de Reverte no vio como yo he visto esta tarde el Genal que baja desde la cueva de su nacimiento en Igualeja y se abre camino entre la frondosidad del bosque de castaños y encinas y quejigos, y  encinas y… y, busca otro río, que va a otro rio, que van a “la mar / que es el morir” y que lo dijo Jorge Manrique.

Se asoman a unos balconcillos para verlo marcharse Pujerra y Júzcar y Faraján y Atajate  y…. Entre amigos, yo veía, también, como se iba el día. Se puso de tarde y oro el Romeral y el Pico del Cuervo. Un amigo me acercó a aquellos años en que uno creía en tantas cosas. Sacó – porque se lo pedí- de la biblioteca del recuerdo el Florilegio donde dábamos los primeros pasos en Latín…


Fue un momento en los que uno siente algo grande por dentro. “Exigua parte aestatis reliqua,Caesar, etsi in quod omnis Gallia…” Era como un salto al vacío. No por el  “De Bello Gallico, de César; no… Cincuenta y siete años atrás se nos pusieron sobre la mesa. No estábamos en la Galia; ni era final de verano que como está al norte recibe antes al invierno,  ni el romano andaba de conquistas; tampoco. Era otoño, en todo su esplendor… Un grupo de amigos - compañeros del alma - compartíamos mesa, recuerdos y cariño. 




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