Dicen que un día el Creador se
levantó temprano y se dio una vuelta por todo lo que había hecho y se recreó en
los ríos y en las riberas cuajadas de cañaverales que bambolea el viento y en
las juncias y aneas, y en los álamos
blancos…
Luego tomó un puñado de semillas y las esparció por los
montes y nacieron los robles y las encinas; los almeces y las nogueras; las higueras brevales y las
que dan higos cuando el verano toca a fin…
Una tarde se bajó a la orilla
de la mar y vio cómo venían las olas a aquerenciar el rebalaje y supo de pececillos que se subían hasta la superficie y de gaviotas
y de cormoranes que se tiraban en picado buscando su sustento.
Y Dios que piensan en todo se
dijo para sí mismo. “Voy a hacer una clase de hombres y mujeres especiales”. Y pensó
que los haría sembradores en los surcos del alma de otros hombres y otras
mujeres y les encargó que transmitiesen el saber acumulado y algo más especial. Y les
dijo que ellos serían los sembradores de la ilusión y de la solidaridad y de la
entrega y del sacrificio, y eso de darse a los demás. Les puso un nombre; los
llamó Maestros.
Y pasó el tiempo y muchos
hombres y muchas mujeres de toda la tierra hicieron suyo el encargo y lo
asumieron como algo propio y comenzaron su tarea. Muchas veces otros vecinos ni
se enteraban de la labor de siembre que hacían en silencio, “beso a beso”,
modelando a otros hombres que todavía
eran niños y niñas…
Y un día dijo que una niña
nacida en el campo se iba a llamar, como su Madre, María. Y fue y… En María se
encarnó la ternura y la poesía y el trabajo callado y la dedicación y la
ternura y lo primoroso de lo bien hecho y María se dedicó en cuerpo y alma al
encargo.
Hace unos días los papeles
dijeron que María - María Carvajal, que es de quien se trata - se jubilaba. Y Dios que lo ve todo, seguramente, se habrá
dicho para sus adentros: “con María todo
me salió muy bien”.
No hay comentarios:
Publicar un comentario