Se va noviembre con paso lento
y tardes cortas. Se va noviembre sin nieve en los altos, sin agua en los ríos,
si arrullos de palomas en el brocal del pozo, sin campiñas verdes ahítas de
hermosura porque nacen los trigos. El dorado de las hojas comienza su lenta
bajada; alfombra el suelo. Anuncia a los que pasan por el camino que el otoño
sigue su ciclo.
Ha sido un mes raro; convulso.
Demasiada tensión que viene de fuera. Un mes para no ver los telediarios salvo que alguien
quiera seguir con el empacho de más de lo mismo. Tenemos casi sentados en la mesa camilla a
los del gachero permanente. Ustedes me entienden.
Llaman a la puerta Nacimientos
con yerba de serrín tintado con anilina y ríos de papel de plata – de envoltorio
de chocolate de los de antes – que nacen en una mina de gandinga y va a no se
sabe dónde. Corren por una pradera donde el error teológico está a pedir de mano.
Verán una piara de cerdos pasta detrás de una cerca. Un poco más allá, solo un
poco, un hombre con el mandil manchado sacrifica un puerco… A ver, a ver, ahora
cómo le ponemos al negocio.
Para negocio según leo el que
van a hacer en un pueblo de nuestra tierra – no pongo el nombre; es indigno de
la publicidad – en el colmo de la estulticia humana. Cambian el Niño Jesús del
portal, en un Belén viviente por una niña
- como oyen – “porque hay que fomentar la igualdad” ha dicho el alcalde,
que se congratula del acierto.
¿Hemos perdido los papeles? No,
no. Estamos en un noviembre raro, rarito… Y digo yo que a lo mejor a los Reyes
Magos va siendo hora de darles un
descanso de Imserso. Total si las tarjetas de crédito y las otras, las que cargan
al mes siguiente si se compra pasado el quince son las que funcionan…
Ha tenido este mes algo que se
hace habitual ya todos los meses. Demasiadas pateras cruzan las aguas azules del mar de Ulises. Creen que
vienen al paraíso. No saben las criaturas que aquí del paraíso solo están las
hojas doradas de los algunos árboles en las tardes cortas de sol y cielo limpio…
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