Tarde de otoño. Se va el día.
El sol dorado pone una pincelada dulce sobre el Torcal. El Torcal está lejos.
El Torca está en la otra punta del paisaje; recorta el horizonte. Luna creciente; cielo limpio de nubes. Los Lagares en sombra. No pasa ningún tren
por las vías del AVE. La cal blanca, al alcance de la mano, pone el contraste de luces.
Decenas, cientos, ¿miles?, de pajarillos gorjean en el ficus grande del
parque. Pasan el día en el campo. Luego, cuando llega la noche, su instinto le
marca la ruta del pueblo. Ahí les espera el árbol grande. Aparecen de pronto.
Después hay disputas por la rama preferida entre ellos.
Decenas, cientos ¿miles? de
personas hacen camino desde muy
lejos. Están heridas por el destino. Vienen
ahora – nosotros, nos enteraremos dentro de unos días – por las arenas del desierto.
Llegarán a las costas de un mar que les va a parecer inmenso. Buscan comer cada
día.
Decenas, cientos, ¿miles?, de
hombres sin escrúpulos abusaran de sus cuerpos, de sus economías de
subsistencia, de sus ilusiones, de sus sueños. Los sangraran. Los embarcarán
hacia un destino incierto. La televisión. Bueno, la televisión; no, el telediario pondrá sobre nuestras mesas cuerpos
tiritando; otros, con menos suerte,
están tapados con una manta.
Decenas, cientos, ¿miles?, de
vividores profanan y manchan a otros hombres
y mujeres – quiero, deseo, necesito pensar que son también muchos,
muchos más los honrados en el otro lado de la balanza – que usaron el nombre
del servicio público en vano y se enriquecieron y vivieron sin escrúpulos y
chaquetearon lo que pudieron y más.
Decenas, cientos, miles –sin
interrogación – se vacían ayudando a los demás en los comedores de Caritas, en
los centros asistenciales, en los lugares adonde no quiere ir nadie porque a
los necesitados y pobres no los quiere casi nadie. Ellos no piden nada; no
salen en los medios. Dan y se dan…
Decenas, cientos, ¿miles? de
bombillas iluminan calles, plazas, rincones. Las ciudades quieren mostrar otra
imagen. Ya saben llegan los días en los que hay que ser feliz por decreto,
comer por decreto, llamar a sitios lejanos por decreto… Tarde otoño. El sol
dorado de la tarde pone una nota dulce sobre El Torcal.
No hay comentarios:
Publicar un comentario