Es mediodía. Esa hora en que la
tarde llama a la puerta. Se ha ido la mañana. El cielo está azul, limpio; el
cielo es una alfombra por la que pueden salir de paseo para tomar el sol los
ángeles que hoy no tienen servicio. Es un día frio de diciembre.
Suena el teléfono. "Pepe, para que sigan los milagros,
acaban de darme el alta, el día de la Esperanza. Voy camino de casa. Ya solo
falta que esta noche tu Málaga nos dé otra alegría, a ti y a mí. Puedes
comunicarlo en Facebook”. Y lo hago.
Mi amigo acaba de pasar un trago de esos que la vida nos tiene
reservado en cualquier esquina. Y mi amigo, como los ciclistas buenos, pelea y
pelea por coronar el puerto… ¡Ya falta menos!
De Frank Sinatra alguien dijo que era la voz. Naturalmente no
conocían a mi amigo. Mi amigo es la voz y el timbre perfecto; es algo así como ese susurro que llega cuando
uno está caído y te lee unos versos o te dice una palabra o te manda una nota.
Y te deja…
A ver si no ¿cómo le ponemos al niño? “De ‘Cancionero
íntimo’ Con vuestro permiso, a mi querido amigo Pepe Morales, de Álora,(… ) por
la magnífica tarde, el otro día, en su pueblo, con tan especial compañía. Y
cerca de Nuestra Señora de Flores... “Y el chiquillo no sabe que la escuela / es un barquillo de una sola vela /en el que lleva todo su equipaje”.
Y otro día se deja caer: “Mi querido Pepe Morales -mi
humano mapa- me ha llevado hoy por sitios asombrosos. Desde su pueblo, a Las
Cruces, camino de Almogía. Y como postre, al Torcal. A ver si alguien sabe
decirme cómo puedo...”.
Otro mensaje: Mi querido Pepe, como me aludes por el azahar, me veo
gustosamente obligado a mandarte este soneto, que de ahí me suena esa mezcla
entre Dios y el azahar. A ver si te gusta. Está inédito, lo que supone
prudencia. Hazlo tuyo, pero solamente tuyo. (Y así ha sido, Maestro).
Con lo que no guardo prudencia es con la alegría que
hoy nos alberga: Manuela, Pilar, Custodio, Antonio, Fermín, Mariló, Miguel
Ángel, Juan… Me han usado como informante. Querían saber de ti. Hoy, querido
Antonio, querido Antonio García Barbeito, cuando cojas el sueño entre las
sábanas de tu cama no te puedes ni imaginar lo contento que estamos tus amigos.
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