viernes, 15 de diciembre de 2017

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora Maravillosa España

Se empeñan en llevar la contraria. Verán. La lectura del periódico y crea desazón; se pone la televisión y entran ganas de apagar el aparato; la radio no se queda atrás; cada hora nos echa un poquito de agua fría – con lo fría que está el agua estos días – y nos deja más helados.

España es otra cosa. España es esa pléyade de muchachos y muchachas que se abren a la vida. No hacen caso a la oleada de falsas promesas escondidas detrás de una papelina de droga o en el fondo negro de un vaso de alcohol.

España va de la mano de hombres y mujeres que se vuelcan con Caritas,  Cruz Roja, organizaciones - ¡siendo tantas, tan desconocidas!-   para ayudar a los demás. Soportan las críticas  porque algunas veces - ¡son humanos, qué puñeta! – se equivocan cuando reparten ayudas.

España está en el voluntariado. Hace de su generosidad profesión.  Se dan; no esperan nada a cambio;  ayudan a los tirados en las calle; llevan un poco de café caliente en una noche gélida y una palabra amable;  otros pasamos de largo. En los que atienden en las urgencias; en los los que cruzan los campos de noche pegados a un volante o conduciendo un tren...


España está en esas monjitas de conventos, incomprendidas. Encauzaron encauzaron  su vida por una calle  sin sentido para algunos. Es una calle difícil de transitar. Ahora cuando llega Navidad ofrecen pastas y pestiños, dulces delicioso.  Buscan un apoyo económico para tronchar los días.

España está en el hombre del campo que conoce las yerbas por su nombre, y a los aires  y a las nubes por su procedencia a las nubes; conoce a los pájaros por su canto. Abre, una y otra vez, el surco y espera y espera…

España estaba – y está-  en el maestro de pueblo que enseñó a muchos niños y niñas a llevar palabras de la mano y les dejó dentro la semilla de la ilusión. Y ¿las maestras, no? Pues, claro, también, también.


España no es la imagen que vende el telediario, ni lo que cuentan de los que “despistan” lienzos desde Lérida a Sijena o atacan con una barra por la espalda y de noche en Zaragora; ni en quien espera con un rifle telescópico a los servidores del orden... Afortunadamente.

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