martes, 19 de diciembre de 2017

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Un lugar bajo el sol

No hay nieve en esa tierra adusta y dura. Hace frío. Mucho frío. Hiela por las mañanas. El campo es una alfombra blanca por el rocío congelado.  La cruza el curso medio del río Martín. Tierra de gargantas y hoces profundas; pinares, en las sierras.

Casi nadie sabría situar, si no lo consulta antes, porqué parte quedan Albalate del Arzobispo, ni Andorra de Teruel, ni Cantavieja ni, Calanda. A lo sumo de Calanda se sabe por los melocotones, por esos tambores que atronan en la Semana Santa y porque allí nació Luis Buñuel.

Toda esa parte de la Geografía ha salido a las portadas. Hay otros lugares. Aparecen los nombres de Bolonia, Serbia, Suiza, Alemania… Unos muy lejos; otros, no tanto. Hay quien habla de que estuvo obsesionado y mantuvo correspondencia  con dos chicas de Valencia. Suena a algo raro.

Un confidente de la policía italiana manifestó la conveniencia de hacer controles a los autobuses que llevan peregrinaciones a Lourdes. Más raro todavía. Dejó una cosa clara. Indicó que lo buscasen  - a Norbert Feher, que parece que  es su nombre, porque usa como una veintena diferente -  en España.

Pudo este hombre haberse camuflado en esos páramos y campos de la España interior. Llegan emigrantes a puñado. No era su caso. Tenía preparación militar, al parecer buena, tirando a muy buena, según los expertos por la pericia en el manejo de las armas.

En mayo la policía italiana le perdió la pista. Lo sitúan, con dudas, en el perfil del posible asesino de la pareja del pantano de Susqueda y  en relación con un potente traficante que opera entre Málaga e Italia. ¿Y, en tan poco tiempo  - de abril a diciembre -, y huido tuvo tiempo de hacer tanto?


Muchas conjeturas. Al ver sus ojos, y si es verdad que el alma de la personas aparece por sus ojos se siente pavor.  Esa mirada aterra. Es la mirada de un ser que no está en este mundo. Si se actúa con caridad se puede decir que es un loco; si no, hay que llamarlo de otra manea. En un lugar bajo el sol, aunque era de noche, a dos servidores del orden y un ciudadano de los que ‘laboran su cuatro palmos de tierra’  les ha segado la vida… ¡Qué rabia, Dios!



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