No hay nieve en esa tierra
adusta y dura. Hace frío. Mucho frío. Hiela por las mañanas. El campo es una
alfombra blanca por el rocío congelado. La cruza el curso medio del río Martín. Tierra
de gargantas y hoces profundas; pinares, en las sierras.
Casi nadie sabría situar, si no
lo consulta antes, porqué parte quedan Albalate del Arzobispo, ni Andorra de
Teruel, ni Cantavieja ni, Calanda. A lo sumo de Calanda se sabe por los
melocotones, por esos tambores que atronan en la Semana Santa y porque allí
nació Luis Buñuel.
Toda esa parte de la Geografía
ha salido a las portadas. Hay otros lugares. Aparecen los nombres de Bolonia,
Serbia, Suiza, Alemania… Unos muy lejos; otros, no tanto. Hay quien habla de
que estuvo obsesionado y mantuvo correspondencia con dos chicas de Valencia. Suena a algo
raro.
Un confidente de la policía
italiana manifestó la conveniencia de hacer controles a los autobuses que llevan
peregrinaciones a Lourdes. Más raro todavía. Dejó una cosa clara. Indicó que lo
buscasen - a Norbert Feher, que parece
que es su nombre, porque usa como una
veintena diferente - en España.
Pudo este hombre haberse
camuflado en esos páramos y campos de la España interior. Llegan emigrantes a
puñado. No era su caso. Tenía preparación militar, al parecer buena, tirando a
muy buena, según los expertos por la pericia en el manejo de las armas.
En mayo la policía italiana le
perdió la pista. Lo sitúan, con dudas, en el perfil del posible asesino de la
pareja del pantano de Susqueda y en
relación con un potente traficante que opera entre Málaga e Italia. ¿Y, en tan
poco tiempo - de abril a diciembre -, y
huido tuvo tiempo de hacer tanto?
Muchas conjeturas. Al ver sus
ojos, y si es verdad que el alma de la personas aparece por sus ojos se siente
pavor. Esa mirada aterra. Es la mirada
de un ser que no está en este mundo. Si se actúa con caridad se puede decir que
es un loco; si no, hay que llamarlo de otra manea. En un lugar bajo el sol,
aunque era de noche, a dos servidores del orden y un ciudadano de los que
‘laboran su cuatro palmos de tierra’ les
ha segado la vida… ¡Qué rabia, Dios!
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