domingo, 10 de diciembre de 2017

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Ana

Don Juan Cazalla se empeñaba. Nosotros, que no. Quería que los aprendiésemos de memoria. Geografía, de entonces: Muga, Fluviá, Ter, Tordera, Besós, Francolí, Llobregat, Ebro… Ríos que llevaban sus aguas al mediterráneo; Bidasoa, Urumea, Oryarzun, Nervión, Deva, Pas, Besaya, Sella, Nalón con el Narcea… que iban – y van, al Cantábrico – Oigan, de las pocas cosas que no han cambiado en España.

No nos sabíamos, ni había manera,  lo de la Sierra de la Demanda, Picos de Urbión, donde nace el Duero, Cebollera, Palomera,  Montes Claros, Moncayo que se adentra en Aragón… Ni lo del Pocito, Chorito y la Calderina; ni lo de Sierra Madrona, Sierra de Aracena, y Picos de Aroche…¡ Qué va!

A nosotros nos entraba mejor lo de Arteche, Marcaida, Arieta, Uribe y Gainza; lo  Basora, Kubala, Evaristo, Kocsis y Zsibor; lo de Kopa, Rial, Di Stefano, Puskas y Gento; lo de… Comprábamos las estampitas en el quiosco de María ‘la del Guerra’. La gachuela,  barata, el papel del álbum de bajo gramaje;  se abombaba.

Casi todos aquellos héroes desconocidos tenían un sobrenombre, un mote. La ‘saeta rubia’, el ‘gamo de Dublín’, la ‘galerna del Cantábrico. Del Cantábrico sabíamos por el empeño de don Juan y porque en el mapa estaba arriba. Era difícil llegar con el puntero; de galernas, ni la menor noticia. Intuíamos, eso sí, que era algo fuera de lo normal.

Ahora a las galernas las llaman ciclogénesis explosivas, - que es, también, una cosa muy  extraña – y no le ponen Gento, sino Ana. Con lo bonito que es nombre de Ana. Ana es un palíndromo, o sea que  se lee igual hacia adelante que hacia atrás. Ana fue la abuela de Jesús, los padres de la Virgen María, y según mi madre los inventores de algo tan bueno como el puchero, lo que es un imposible porque los hebreos de cerdo… pues eso.


Viene una ciglogénesis. Va a barrer media España; a la otra seguro que le pega algún chispazo. Con tal que los pantanos cojan algún agua, y si no vuelan muchas macetas, cornisas y toldos; aleros de tejados, chimeneas y persianas; árboles del parque y de la calle, algún que otro paraguas destrozado…, pues que entre, que entre pero con vergüenza, que no se aproveche de la miseria de los pobres. ¿Vale, Ana? A ver cómo te portas, chiquilla…




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