Las horas de la madrugada
transcurren lentas. Son horas largas; no tienen prisa. Según la estación saben rodearse del misterio. Placentera con
olores a rastrojo, en verano; misteriosas, en invierno; sensuales, en
primavera. ¿Y en otoño? ¿Cómo son las noches de otoño?
No transita nadie por la calle. De vez en
cuando un coche. ¿Va a alguna parte? ¿De dónde vienen esos coches? Rompen el
silencio de las horas más altas. Llevan bulla. No los frena nada ni nadie.
Ulula el viento. Las palomas
hacen movimientos raros en el palomar. Deben tener malos sueños. Puede, también,
que sientan cercanos los pasos sigilosos
de una jineta; a lo mejor es algún gato con insomnio.
El aire mueve las ramas de los
limoneros. Hay un murmullo arrugado,
crujiente: son las hojas secas de la parra. Po la mañana, cuando amanece,
un manto marrón cubre el suelo. Las parras sufren el despojo que les marca su
tiempo. Los cipreses del borde de la alberca...
Las lechuzas son amigas de la
noche. Cuando vuelan mueven las alas con
aleteos suaves. Las lechuzas no rompen el silencio. Saben que en ello les va el
sorprender a sus presas. En las noches de luna las lechuzas dejan que se vea su
figura por el cielo; en las noches oscuras se presenta de pronto. No avisan.
Ladran, en la lejanía, los
perros. Los perros tienen una manera muy diferente de comunicarse. La gente del
campo sabe cuando un perro ladra a otro perro que viene por el camino. Conocen
si ladran a las personas o si se están hablando entre ellos.
Hace un rato que se fue a
dormir el atuillo. Tiene su otero en las casuarinas del borde de la vía. El
autillo es un pájaro raro. Es primo de los mochuelos. Los autillos echan rancho
aparte y cada noche dejan constancia que han estado en su sitio.
Ya todo es silencio. Cuando yo
era muchacho leí a Jean Marie de Buck. “Dios hablará esta noche”. ¿Dios es silencio?
A lo mejor Dios habla en el silencio de la noche.
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