martes, 21 de enero de 2025

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Cipreses




21 de enero, martes. Miguel Delibes, con La sombra del ciprés es alargada,  publicó una de las grandes novelas del siglo XX. Al principio, él no estaba muy a gusto con aquel trabajo excelso. No sabía que entraba con pie propio entre los grandes de nuestras letras. (Cervantes, Galdós, Baroja y Delibes…)

José María Gironella, fue un escritor de moda en el franquismo. En París escribió en Los cipreses creen en Dios. Gironella buscó en allí lo que la España de posguerra no le daba aquí.  Era una obra más, de lo mucho – con distintos gustos – que se ha escrito sobre la Guerra Civil española, pero no, no va por ahí la cosa.

 Giovanni Papini vivió en Florencia. Florencia es la capital de la Toscana, la ciudad de los Médicis, el Puente Vecchio y Santa María di Fiori. En la Toscana los caminos están salpicados de cipreses. Son cipreses de campiña. Los bambolea el viento que riza las lomas de trigales y amapolas en primavera. Quieren, y no pueden, arañar el cielo. Son los mismos que Papini reflejó en sus relatos. Aún no había escrito la Vida de Cristo

A comienzos de los años sesenta, un cura periodista estaba por Roma. El periodista se llamaba José Luis Martín Descalzo. De aquella experiencia salió la crónica del Vaticano II que no publicaban los periódicos del tiempo: Un periodista en el Concilio. Decía José Luis que Roma era la única ciudad de mundo donde los cipreses no son tristes…

En las ciudades conventuales y pienso ahora en Antequera, en Avila…, los cipreses apuntan a lo más alto.  Sobrepasan las tapias de los cenobios y le echan un pulso a las espadañas y a los campanarios. No se asustan cuando tocan a maitines con el alba las campanas de los conventos. Me quedo con estos cipreses…

Mañana de cielo azul y limpio. Salgo al camino. Los cipreses apuntan a lo más alto; en la lejanía sobre los Lagares cabalgan unas nubes blancas…

 


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