10 de
enero, viernes. Ya han florecido algunos almendros. Han espurreado los
cerros de pinceladas blancas. Algo así como un desplume de alas de ángeles a
media mañana. Son un grito en los más crudo del invierno; una llamada; la
proclamación, a los cuatro vientos. La vida sigue.
Son
flores blancas, rosáceas, según la variedad. Ahora han venido otras variedades
nuevas. Ya no son la Marcona o la ardaleña… de las de antes. Son flores únicas.
Es la flor más temprana. Anuncia que vendrá el buen tiempo, que si rebrotan en
ramas que parecen secas no es más que un reflejo de la vida que llevan dentro.
Ellas son el mejor regalo después de esos que dicen que nos traen los Reyes
Magos.
Son la
Gracia de Dios en las mañanas soleadas; otra forma de nieve natural que no baja
del cielo; brota de ese movimiento de savia cuando llega su tiempo y luego,
serán fruto aterciopelado y, cuando estén en rigor las calores del verano, entonces
vendrán los sudores de la recogida… Se dan con generosidad; todo es belleza;
todo es encanto.
Esta
mañana estaba precioso el campo. En algunos lugares de España la niebla, esa que nos envuelve cuando las altas presiones hacen su presencia copaba los cursos
de los ríos y las llanuras. Aquí, en Álora amaneció un día frío; luego, apuntó
a primavera. Mañanitas de niebla, tardes de paseo, dice el refrán. Ya se escuchan
los trinos los chamarines porque son los pajarillos más tempranos y los
carbonerillos, de rama en rama de los granados que tienen aún el ropaje del invierno.
Es la vida del campo. Los trigos han roto la corteza de los terrones; florecen
los gamones en las cunetas de las carreteras.
Los
almendros en flor han tomado por suyo el paisaje. Hace unos días que han
comenzado a pespuntear de blanco las cumbres, los cerros, las quebradas de las
cañadas, los bordes del camino. Parece que se prueban los trajes porque van a
hacer la Primera Comunión; tienen un misal de nácar y un rosario de cuentas
diminutas de pétalos. Están salpicados. Florecen y florecen: aquí, allí, allí
enfrente…
Lo dice San Juan de la Cruz: “mil
gracias derramando, / paso por estos sotos con presura, / y yéndoos mirando, /
con sola su figura / vestidos los dejó de su hermosura”. Amén
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