viernes, 17 de enero de 2025

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Mirar y...


                                           


 

17 de enero, viernes. “Entre el mirar y el ver se queda el viento”. Lo decía el maestro Alcántara. El maestro decía tanto y tanto… que uno, a pesar de releerlo muchas veces, siempre encuentra algo que, no por conocido, deja de deleitarse.

Esta mañana amaneció con nubes por el cielo. Eran nubes altas, blancas. Esas nubes - lo disimulan -  vienen con carga de agua dentro, igual que las yumberas, cuando había chumberas en los lindes, tenían cargadas las pencas con chumbos y con espinas, espinas largas y punzantes que salían de dentro pero las yumberas no lo disimulaban.

Les digo, que esta mañana, debajo de las nubes que caminaban despacio, estaba echado el campo. Se le veía a gusto, generoso. El campo tiene en esta mitad de enero un manto verde precioso. Las sementeras  rompen la concha de la tierra. Piden un rocío de agua. Es ese empuje de vida que lo llevará, poco a poco, arriba para que todo sea un canto a la vida.

El viento tenue, tan tenue, que realmente estaba quedado, o sea quieto, Nada se movía. No había pájaros en las ramas. Como ha estado nublado toda la noche tampoco había escarcha en las veras de los caminos. Esos caminos que cuando lleguen abril se vestirán de margaritas y florecillas sin nombre y alcauciles para que luego los jilgueros picoteen sus alcachofas cuando por junio estén secos por el rigor del verano que empieza.

Ese viento antes cuando los barcos navegaban a vela empujaban la embarcación y se movía en el azul de la mar. Cuando se echaba, cuando se estaba quieto, como esta mañana, la gente decía que había calma chicha…

El campo habla de muchas maneras. A modo de susurros, en la media distancia, desde la lejanía. Siempre habla. Solo cabe acercarse a él y abrir los sentidos. A veces, como esta mañana habla con un silencio suyo, tan suyo y tan propio que solo lo tiene el campo.

El silencio del campo siempre será de otra manera y de vez en cuando puede que lo rompa el zumbido de una abeja que acude a libar atraídas por el color de una flor. En algún momento será el canto de un pájaro o el sigilo con que se mimetizan los animales… Pero el campo, en siempre nos lo va recordar que entre el mirar y el ver se va quedar el viento.

 

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