17 de
enero, viernes. “Entre el mirar y el ver se queda el viento”. Lo decía el
maestro Alcántara. El maestro decía tanto y tanto… que uno, a pesar de releerlo muchas
veces, siempre encuentra algo que, no por conocido, deja de deleitarse.
Esta mañana
amaneció con nubes por el cielo. Eran nubes altas, blancas. Esas nubes - lo disimulan
- vienen con carga de agua dentro, igual
que las yumberas, cuando había chumberas en los lindes, tenían cargadas las
pencas con chumbos y con espinas, espinas largas y punzantes que salían de
dentro pero las yumberas no lo disimulaban.
Les digo,
que esta mañana, debajo de las nubes que caminaban despacio, estaba echado el
campo. Se le veía a gusto, generoso. El campo tiene en esta mitad de enero un manto
verde precioso. Las sementeras rompen la
concha de la tierra. Piden un rocío de agua. Es ese empuje de vida que lo llevará,
poco a poco, arriba para que todo sea un canto a la vida.
El viento tenue, tan tenue, que realmente estaba quedado, o sea quieto, Nada se movía. No había
pájaros en las ramas. Como ha estado nublado toda la noche tampoco había escarcha
en las veras de los caminos. Esos caminos que cuando lleguen abril se vestirán
de margaritas y florecillas sin nombre y alcauciles para que luego los jilgueros
picoteen sus alcachofas cuando por junio estén secos por el rigor del verano
que empieza.
Ese viento
antes cuando los barcos navegaban a vela empujaban la embarcación y se movía en
el azul de la mar. Cuando se echaba, cuando se estaba quieto, como esta mañana,
la gente decía que había calma chicha…
El
campo habla de muchas maneras. A modo de susurros, en la media distancia, desde
la lejanía. Siempre habla. Solo cabe acercarse a él y abrir los sentidos. A veces,
como esta mañana habla con un silencio suyo, tan suyo y tan propio que solo lo
tiene el campo.
El silencio
del campo siempre será de otra manera y de vez en cuando puede que lo rompa el
zumbido de una abeja que acude a libar atraídas por el color de una flor. En
algún momento será el canto de un pájaro o el sigilo con que se mimetizan los
animales… Pero el campo, en siempre nos lo va recordar que entre el mirar y el
ver se va quedar el viento.

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