Casa Onieva. Arq. Guerreo Strachan
29 de enero, miércoles. Arranca
casi en lo que fueron, en su día, las paredes del Puerto. Es la segunda línea
de playa. Se hizo de espaldas al mar, porque entre el mar y ella, estaban las
vías del tren, aquel suburbano que pasaba por Vélez y llegaba hasta el Boquete
de Zafarraya.
La burguesía malagueña del
siglo XIX se extendió por la zona. Construyó villas de recreo y veraneo. Era
lugar de descanso. Enfrente, muy lejos, si
se subía, un poco a las faldas del monte
san Antón, en el horizonte se divisaba las montañas del Atlas en los
atardeceres claros del mes de mayo...
Cuatro avenidas se daban la
mano una a otras – como los vagones del tren que pasaba por su suelo – solo que
ellas estaban quietas. Reding, Priés, Sancha y Joaquín Sorolla, hasta el mismo
Limonar donde se construyeron mansiones. Pregonaban lujo y poderío económico.
Málaga históricamente ha sido
una ciudad ‘libre’. No dependió nunca de ningún conde, marqués o duque. Eso
tuvo la ventaja de ir siempre a su aire, tan a su aire que incluso le volvía
las espaldas a sus propios hijos. La copla popular acuñó: “Adiós Málaga la
bella / tierra donde yo nací / fuiste madre para todos / y madrastra para mí”.
Esa carencia de nobleza dueña
de la tierra también le privó – tampoco creo que haya que llorar por eso – de
una arquitectura palaciega clásica que en otras ciudades han contribuido a
darle un aire diferente y, en ocasiones, para pregonar la derrota económica
ante la imposibilidad de mantenerlos. Hoy, algunas suspiran por caer en manos
de las administraciones públicas o de constructoras que, en algunos casos, en
otros no, respetan sus fachadas y aprovechan los interiores para reconvertirlas
en sitios de habitabilidad u hoteles de lujo.
La burguesía comercial y
empresarial se enriqueció en otros lugares de las ciudad, se expandió y en ella, posteriormente, bien entrado ya el
siglo XX se enriqueció reconvirtiendo la zona en un lugar de belleza. La
construcción de un paseo marítimo desde puerto a los Baños del Carmen, la
desaparición del ferrocarril, la recuperación de la playa de la que han alejado
los colectores y dotada de arena acarreada artificialmente, ha hecho que mire,
de nuevo al mar.
No han podido parar la
voracidad de la desarrollismo desordenado y especulativo antes de la entrada en
vigor de las leyes de urbanismo. Eso ha terminado con edificios de enorme
belleza imitadora del secesionismo vienés, del mudéjar moderno, de jardines con
verjas y de la influencia francesa. Tampoco han frenado los temporales de
levante. Se presentan indefectiblemente, cuando les apetece….
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