sábado, 4 de enero de 2025

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. El mar de Málaga

 

                           


7 de enero, sábado. Decían hace unos días en televisión que el Mediterráneo es el mar con más contaminación de plásticos del mundo. Serrat cantaba la belleza de Algeciras a Estambul ¡ya ven!  y pensé en los millones de personas que, de otra manera, tenemos cercanías a ese mar.

Me acorde de las costas malagueñas. Una conurbación tremenda, una calle larga que va de Estepona a Nerja en una sucesión de gente que se apiñan en las orillas del mar azul.

Todo el Mediterráneo español tiene ciudades grandes (además de Málaga) que dan al rebalaje: Almería, Cartagena y las demás zonas del sur de Murcia, Alicante, Valencia, Castellón, Tarragona, Barcelona y la Costa Brava… Miles, millones de personas abarrotan sus arenas cuando llegan los meses tórridos del verano.

No se queda atrás la Costa Azul francesa. Me permito la licencia de recordar que Colliure (que no es Costa Azul), casi en su orilla descansan los restos de don Antonio Machado. “y cuando llegue el día del último viaje – escribió – me encontrareis a bordo ligero de equipaje como los hijos de la mar”. Y la Riviera italiana y la costa Amalfitana. Por el Tirreno navegó, decía el padre Homero, Ulises; las costas de Sicilia…

En el Adriático… Dcen, que ya no se cabe en Venecia y van por el mismo camino las costas del Tirol y en las de enfrente. La gente acude en masas desde que esos países de la antigua Yugoslavia alcanzaron otra manera de vivir. No nos olvidemos de las costas griegas y Turquía: Estambul se apoya en dos continentes. Hay que recordar a Espronceda: “Y va el capitán pirata / cantando alegre en la popa / Asia a un lado/ al otro Europa”

Están menos poblada las costas del norte de África. Egipto – exceptuemos Alejandría – Libia, Túnez, Argelia y Marruecos… ¿Cuántos millones de personas vierten sus residuos a las orillas de eso que Roma llamó el “Mare Nostrum”? No lo sé; son muchos. Quizá, demasiados.

Estoy frente al mar de Málaga. Por la lejanía, mimetizado en el horizonte, un velero. La copla se preguntará “a dónde irá ese velero…” Hay marcados un montón de ballenas artificiales enormes. Los llaman “cruceros”. Evoco los la palabra y los versos del maestro Alcántara: “El mar no se pude morir. / Se quedará navegando / aunque no haya nadie aquí. / Que no, que el mar no se muere, / que no se puede morir. / Seguirá que va y que viene, / yendo y volviendo a venir / cualquiera sabe hasta cuándo. / Hasta que encuentre por fin / la playa que está buscando”.

 





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