7 de enero, sábado. Decían
hace unos días en televisión que el Mediterráneo es el mar con más
contaminación de plásticos del mundo. Serrat cantaba la belleza de Algeciras a
Estambul ¡ya ven! y pensé en los
millones de personas que, de otra manera, tenemos cercanías a ese mar.
Me acorde de las costas malagueñas.
Una conurbación tremenda, una calle larga que va de Estepona a Nerja en una
sucesión de gente que se apiñan en las orillas del mar azul.
Todo el Mediterráneo español
tiene ciudades grandes (además de Málaga) que dan al rebalaje: Almería,
Cartagena y las demás zonas del sur de Murcia, Alicante, Valencia, Castellón,
Tarragona, Barcelona y la Costa Brava… Miles, millones de personas abarrotan
sus arenas cuando llegan los meses tórridos del verano.
No se queda atrás la Costa Azul
francesa. Me permito la licencia de recordar que Colliure (que no es Costa Azul),
casi en su orilla descansan los restos de don Antonio Machado. “y cuando
llegue el día del último viaje – escribió – me encontrareis a bordo
ligero de equipaje como los hijos de la mar”. Y la Riviera italiana y la
costa Amalfitana. Por el Tirreno navegó, decía el padre Homero, Ulises; las
costas de Sicilia…
En el Adriático… Dcen, que ya
no se cabe en Venecia y van por el mismo camino las costas del Tirol y en las
de enfrente. La gente acude en masas desde que esos países de la antigua
Yugoslavia alcanzaron otra manera de vivir. No nos olvidemos de las costas
griegas y Turquía: Estambul se apoya en dos continentes. Hay que recordar a
Espronceda: “Y va el capitán pirata / cantando alegre en la popa / Asia a un
lado/ al otro Europa”
Están menos poblada las costas
del norte de África. Egipto – exceptuemos Alejandría – Libia, Túnez, Argelia y
Marruecos… ¿Cuántos millones de personas vierten sus residuos a las orillas de
eso que Roma llamó el “Mare Nostrum”? No lo sé; son muchos. Quizá,
demasiados.
Estoy frente al mar de Málaga.
Por la lejanía, mimetizado en el horizonte, un velero. La copla se preguntará “a
dónde irá ese velero…” Hay marcados un montón de ballenas artificiales enormes.
Los llaman “cruceros”. Evoco los la palabra y los versos del maestro Alcántara:
“El mar no se pude morir. / Se quedará navegando / aunque no haya nadie aquí.
/ Que no, que el mar no se muere, / que no se puede morir. / Seguirá que va y
que viene, / yendo y volviendo a venir / cualquiera sabe hasta cuándo. / Hasta
que encuentre por fin / la playa que está buscando”.
No hay comentarios:
Publicar un comentario