lunes, 15 de enero de 2024

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Verderones


                       


15 de enero, lunes. El maestro Padilla puso la música; Sara Montiel, la voz. Nos dijeron que “como aves precursoras de primavera, en Madrid aparecen las violeteras; en las huertas, - les digo, yo - el verderón. Un pajarillo pequeño, de pico grueso y corto que le permite abrir los granos y semillas cuando tienen que proporcionarse su alimento. Estas aves diminutas tienen unas características propias, pero entre todas, sobresale por su canto y el color de la pluma verde claro.

Tienen también cuatro dedos, tres dirigidos hacia adelante y uno, el cuarto, hacia atrás, lo que le permite ser prensiles cuando se posan en las ramas delgadas o en las cumbreras de los árboles. No huye del hombre y habita en lugares que comparte con los humanos sobre todo en zonas habitadas.

La mayoría de estos pajarillos no destacan por su tamaño lo que hace que pasen muy desapercibidos y se conozcan más por la sonoridad y melodías de sus cantos cuando llega la primavera que por detectar su presencia física.

Sus nidos son muy elaborados.  Obras de arte escondidas entre las ramas de los árboles, a veces, tan camuflados que no son fáciles de descubrirlos. Los polluelos nacen ciegos y la presencia de los padres es imprescindible para salir adelante. Sus huevos coloreados y con pintitas, a diferencias de los de otros pájaros, que son blancos.

Pueden vivir hasta tres años. Se alimentan de todo tipo de granos y semillas de olmos, de cereales desprendidos de las espigas, de tilos, de zarzas, de fresnos, de piñones y bayas, de tejos, escaramujos y a veces, incluso de insectos como hormigas y escarabajos. En ocasiones devora los brotes de los frutales y en otoño son amigos de visitar las viñas y parrales buscando las uvas maduras.  

En las zonas donde la vegetación no es abundante se refugian en los pinares o zonas boscosas. Amigos de vivir alrededor de las casas rurales, jardines y granjas y se alejan de las zonas de campiña, de hecho, no se detectan en los secanos a donde solo acuden en bandadas cuando se acerca el otoño y buscan los granos de las sementeras. Por el contrario, gustan de vivir junto a los ríos, regatos, cañadas, arroyos y sitios de labor o zonas umbrosas donde la maleza les proporciona seguridad.

A pesar de su humildad como pajarillo ha tenido el honor que Delibes lo incluyera, citándolo, en su obra El Ultimo coto: “se posan en las tapias los verderones, buscan ramas las palomas y los mirlos silban -¿dónde?-  como cabreros….”

 

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