10 de enero, miércoles. Hace un
rato me ha llamado un amigo. Me dice que, en algunos lugares de la Sierra de Huelva,
o sea en su tierra, llevan recogidos en torno a los doscientos litros. Para el
campo es un remedio; para ríos, pozos, veneros y arroyos, es poco…
He esbozado una medio sonrisa,
ni socarrona ni de consentimiento, solo esa media sonrisa que dice más que la
sonrisa entera. Le he contestado que nosotros no hemos llegado los cincuenta. O
sea, menos que nada.
Un amigo común que, con el
teléfono abierto, también participaba en la conversación ha comentado. Vamos
nos hemos quedado con cara de tontos. Anoche la tormenta descargó por el mar de
Alborán. Y nos hemos quedado con el
dicho de “más tonto que llover en el mar”. Parece un contrasentido; no lo es.
La borrasca o la DANA como
quieran llamarla se ha escurrido, al parecer por la parte norte de Andalucía, o
se ha quedado más allá de la orilla, o sea, entre las Islas Chafarinas, el Peñón
de Vélez de la Gomera y alguna que otra piedra grande perdida en medio del
agua.
Esta mañana el amigo Jesús
Arias puso una foto con la cresta de la Capilla – una de las que coronan la
Sierra de Abdalajís – con pinceladas de nieve. No era mucho, pero era nieve. El
resto de la sierra estaba cubierto de nubes. No había visibilidad. Una ilusión
desvanecida pronto, muy pronto, en cuanto el sol despejó la sierra se vio que
no había nada blanco.
Todo había sido ese señuelo que
desde lejos nos hizo soñar en una sierra blanca y que luego, cuando comenzase a
calentar y abrir el día, al irse derritiendo bajaría en tropel chorros de agua
hacia los pantanos… Ya ven, con qué poco, a veces se conforma uno.
Esta borrasca que nos
anunciaban tropecientas mil ilusiones porque iba a llover en toda España y que
además la dejaría vestida de blanco pues ha quedado como aquellos cohetes de
feria que no rompían en un estruendo sino en florero de serpentinas y los niños
con la mirada perdida decíamos: ¡de lágrimas!
No sé si la situación es de lágrimas
de cohetes de feria. Es para llorar, en algunas zonas. No les quepa la menor
duda. Felicidades a los que han visto la nieve en sus ciudades, en sus montañas,
en sus prados. Nosotros, nos conformamos y nos decimos: Y ahora, tampoco.
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