miércoles, 24 de enero de 2024

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Álora vista por un inglés


 

24 de enero, miércoles. Francis Carter fue un inglés del siglo XVIII. Se hizo eco del amor imperante en aquellos años por la Geografía y, en especial, por Andalucía. Carter vivió desde muy temprana edad en Málaga. Después, durante distintas épocas de su vida conoció otros paisajes y personas. Siempre destacó la hospitalidad de la tierra andaluza.

Su padre era un comerciante rico lo que le permitió tener una vida sin penalidades económicas que, también, le facilitó viajar con ciertas comodidades. En aquella época no muchos podían permitirse ciertos lujos entre los que indudablemente estaba el viajar.

Los viajes siempre se hacían en caballerías o en diligencias, cuando no a pie – cosa que evidentemente no hizo Carter- por su posición social. Se hospedaban en posadas donde convivían con gañanes y arrieros que llevaban mercancías de unos puntos a otros. Los caminos tortuosos y en deficiente estado, estaban, además, llenos de maleantes, saltadores y facinerosos. Describe con gran precisión la partida que operaba en el Puerto de Ojén y da cuenta de la brutalidad de algunos personajes. Habla de un hombre de Cártama que en señal de no se sabe qué prurito rompió el brazo a una estatua romana.

Fue amigo personal de Medina Conde, vilipendiado después tras el escándalo de los plomos del Sacromonte donde descubren un plagio que lo llevó a la postergación. El canónigo malagueño le facilitó información, documentos y testimonios que le fueron muy útiles.

En septiembre de 1772 Francis Carter inició un viaje por las tierras del Sur de Andalucía. Lo tituló Viaje de Gibraltar a Málaga. Da puntual información de los pueblos por los que pasa y en los que conoce la realidad andaluza de aquella época.

Llegó a Álora en abril del año siguiente, en 1773 y dice que “al norte, la Hoya de Málaga está rodeada por la Sierra de Álora, donde se halla situada la misma Álora, sobre un cerro”.  Continúa el relato e informa que “fue llamada Iluro por los romanos. Antonio Agustín  -dice- cita en sus diálogos a Iluro como una de las ciudades municipales de esta provincia”.

Más adelante cuenta que “Gruter copió dos inscripciones que ya no existen. La primera refiere la dedicación de una estatua al emperador Domiciano por Lucio Munio Aureliano y a otro duunviro de la ciudad que fue erigida con fondos públicos. La segunda estaba entonces al pie de una colina que corona  la ciudad y únicamente  sirve para conmemorar a las personas allí mencionadas”.

Una obra, excepcional, desconocida y fundamental para saber cómo éramos en otro tiempo.

 

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