3 de enero, miércoles. Se
llama Felipe. Espigado, serio en apariencia, generoso sin límites. Un hombre
hecho a sí mismo. No le han regalado nada. Perote de raíz y por esencia; hombre
de bien.
Felipe nació en el barrio más emblemático
de Álora, el Barranco. Algunos, en ocasiones, hemos dado en llamar al barrio:
el Albaicín nuestro. Hay, como en todo en la vida, a quien le ha parecido bien,
y a quien no ha gustado esa licencia literaria. Claro, algunos de los que no
han mostrado su agrado desconocen que ese barrio es fundamento en la Historia
(con mayúsculas, por favor, de Alora).
A lo que iba. Hoy toca hablar
de un tal Felipe. Desde detrás del objetivo de su cámara nos muestra el ser de
un pueblo viejo. Todos lo miramos; solo él lo ve de una manera diferente.
Fotógrafo casi por casualidad.
Su profesión inicial, pastelero. Ahora tiene cientos de negativos de cuando la
manera de hacer arte desde detrás de una cámara tenía otros caminos.
- “Mi
mujer siempre ve a un tal Felipe "el del feibu", y mire usted, que
cosas más bonitas, porque yo no entiendo mucho eso, pero mi mujer siempre se
pone a mirar las fotos de ese hombre”. Cuenta que le dijo Pepe Conejo, mientras él
preparaba la máquina para tomar la primera foto del año…
Se llama Felipe Aranda Ávila.
Nada de cuanto ocurre en nuestro pueblo le es ajeno; archivo viviente de la
etnografía, de la arquitectura popular, del acaecer diario. Cuando no es así,
el viene y se lo inventa y nos ofrece un rincón, una ventana, un cactus en
flor, un geranio que alegra la calle, un chiquillo que se refresca en la fuente…
Se me ocurre hacer una
proposición ‘deshonesta’. ¿Qué les parece una exposición de fotografías donde
afloren los personajes de Álora que un tal Felipe, Felipe Aranda Ávila, tiene
en sus negativos? Sería una gozada…
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