16 de enero, martes. Barcelona,
capital cultural y económica de España (¿ahora compartido con Madrid?) ha sido
el lugar por donde entró en la Península Ibérica el Modernismo y las
vanguardias por el Arte; la industrialización y el desarrollo.
Valencia, con su puerto, El
Grao, puerta de salida para la citricultura levantina y para parte del resto de
la Península. En los meses de otoño e invierno el Puerto de Sagunto, en la
segunda corona metropolitana de Valencia, un hervidero de concentración de
cientos de vagones de Transfesa. Vía exportación, salían naranjas por
Zaragoza e Irún, camino de París y Reino Unido; por Barcelona y Portbou hacia
Perpignan.
Cartagena, Capital Naval del
Mediterráneo español, eclipsó a la capital de la Comunidad, Murcia. Adquirió
importancia de tal magnitud que en el siglo XIX con el famoso Cantón
aspiró incluso a una independencia de España.
Palma de Mallorca, con la Capitanía
General de Baleares, un puerto enclave del Mediterráneo y el aeropuerto de Son
San Juan que une los puntos más distantes, ha sido la cuna del desarrollo
turístico de España desde los comienzos del siglo XX. Hoy, saturada de
turistas, se plantea, incluso la regulación de ciertos flujos.
¿Y Málaga? Fenicia, griega,
romana, mora y cristiana ha visto pasar el tiempo. ¿Pasota? ¿Abandonada?
¿Postergada? De todo un poco. Los fenicios, fundan Malaca, al este de la actual
ubicación; los griegos muy cerca, Mainake. Roma se asienta, pero pone sus
reales más al interior, en Hispalis; la dominación islámica, en Granada. Pasado
el poder de Castilla, y luego ya España, lo comparten entre Sevilla y Granada.
Málaga entra la postergación.
Capitanías Generales, Audiencias de Justicia, Universidades… en Sevilla y
Granada. No comienza a despertar hasta el XIX. Gana terrenos al mar, llega la
industria de manos de los Heredia, ¡y el ferrocarril…!
En la segunda mitad del XX el
turismo - Juan José Palop acuña el término Costa del Sol – aporta un
despertar imparable. Viene la Universidad, el puerto alcanza protagonismo, el
aeropuerto, hoy el tercero de la España peninsular, bate la estadística de
pasajeros o enlaza lugares impensables.
Málaga, típica y tópica, tiene
asignaturas pendientes. Hay tres verbos que no se pueden perder de vista.
Conocer, planificar y desarrollar. De saber qué tenemos; marcar los hitos a
seguir sin volverse locos empachados de gloria; y de ponerlos, ordenadamente, en
la actualidad que le corresponde depende el futuro. A lo mejor es el momento de
saber que ha llegado la hora de Málaga.
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