13 de enero, sábado. El Molino del Bachiller, recuperado parcialmente, tras una actuación urbanística, es un lugar con encanto y parte de la Historia de Álora. Debe su nombre la Bachiller Gonzalo Pérez de Mayorga vecino del siglo XVI.
Era un molino de aceite. Pasado el tiempo quedó en un solar; luego, en el olvido. Desde hace unos años acoge para las celebraciones de actos culturales.
Al molino se accedía por la calleja de Romero. Esta calle, datada en una escritura de 1539, arranca en la calle de Atrás, casi al finalizar la iglesia de la Encarnación. Antiguamente se conocía como calleja del Molino. En la actualidad termina en la calle Granadillos.
¿Qué era el molino del Bachiller? Obviamente una almazara donde se molía la aceituna. Pedro Pérez Gómez en su obra el Patrimonio Industrial de Álora lo recoge por la importancia que tuvo en su tiempo.
Se le reconocía su existencia incluso en documentos que lo tomaban por referencia. En el folio 199 del Cuaderno de Álora del año 1775 hay una Escritura otorgada en 1594 referente a una casa de la calle Nueva donde se afirma que “es lindera con el Molino de aceite del Bachiller Gonzalo Pérez de Mayorgas.
Esa calle conocida como “Nueva” es un eufemismo hoy, engrosada en el callejero antiguo de la localidad. Arranca, también, en la calle de Atrás (una de las calles con gran longitud y que ha tenido diversos nombres) y termina en la una de las pocas que tiene nombre de calle gremial: Herradores. También tuvo el nombre de “Callejuela del Molino” que la diferenciaba de la Calleja de Romero…, lo que venía a dejar claro que el molino tenía dos accesos.
El
personaje que da vida a estos lugares era Gonzalo Pérez de Mayorgas, vecino del
XVI. Persona de gran relevancia en la Álora de ese siglo. En la Escribanía de Digo Carrillo, con fecha
de 1582 fue comisionado para tratar con el Rey sobre la emancipación de Álora
de la Jurisdicción de Málaga.
Quiso
fundar en Álora un monasterio de Cartujos en Canca, para lo que intentó traer a
los de Cazalla (Sevilla). No sin consiguió el objetivo, aunque ofreció una
importante donación, entre otras propiedades, una hacienda en Cana, el cortijo
y el Molino del Bachiller, olivares, censos, casas en la villa y bienes raíces
por importe de diez mil ducados. Solicitaba, a cambio, un novenario anual de
misas, con responso sobre su sepulcro que debería edificarse en su finca de
Canca, junto a la puerta de la iglesia…
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