30 de enero, martes. La
novela de Larry Collins y Domique Lapierre, de 1964 comienza con la pregunta
del Hitler al general Choltitz responsable de la defensa de París. A sus
puertas las Fuerzas Aliadas y las de la Resistencia Francesa. Se cumplían
cuatro años de ocupación…
Un poco después, en 1966 René
Climént llevó la novela al cine. En la adaptación le puso el
mismo título. Miereille Mathieu, el “ruiseñor de Avignon”, con su voz gutural
inigualable que evocaba a Edit Piaf, puso la canción. Entre otras cosas
pregonaba: “Lanzan las granadas / en las calles de fuegor gris/ alzan
barricadas/ hay cuchillos en París”. Los jóvenes de entonces escuchábamos
la escuchábamos y eliminábamos los interrogantes.
Algo parecido nos ocurre a
aquellos jóvenes de ayer y viejos de hoy. “Arde París”, pero no arde por una
guerra que entonces terminaba sino por otra que, ahora, se ha extendido como un
reguero incontrolado. Ahora, es el campo quien pone cerco a París.
El campo de Europa clama por la
incompetencia de muchos políticos de sus países y por el fracaso de la Unión
Europea incapaz de hacer frente a un problema agobiante. El campo arde. Arde
con fuego real en verano; en otoño y en invierno por carencia de
infraestructuras para llevar agua donde hace falta; y arde porque no puede
aguantar más una ruina que le pesa como una losa de toneladas de injusticias
acumuladas sobre sus cabezas.
No estoy -¡por Dios!- contra
las ayudas a otros países. Estoy contra las aberraciones de muchas decisiones
de personas que están apartados de la realidad. Legislan y llevan la ruina a
cientos a miles de familias que no pueden vivir con la renta que les
proporciona el campo. Quiero pensar que es por incompetencia y no por otros
intereses inconfesables.
Están muy pintorescos esos
pueblos de la España vacía – a mí me gusta más que vaciada – porque la gente se
ha ido. Se han tenido que ir. Muy pocos reparan que detrás de esa casa cerrada está
la tragedia de familias enteras que tuvieron que emigrar porque ellos también
tienen ‘la mala costumbre de comer’.
Los agricultores franceses han
cercado París. Dicen que los de España les hacen la competencia de manera desleal.
Saben que es mentira. Ellos son los grandes beneficiados de la política agraria
comunitaria. La Unión Europea pide a gritos una refundación en muchas cosas. De
Unión, nada de nada. Al campo me remito. Hace aguas a pesar de la sequía que
atosiga. Obviamente, me refiero a otra clase de aguas. Agricultores y
transportistas se preguntan ¿Arde París?
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