21 de enero, domingo. La Vía de la
Plata es un eje de comunicación norte-sur que une las ciudades de Sevilla y Gijón.
Entre ambas, casi un millar de kilómetros. Los romanos crearon una calzada para
llevar mercancías y personas entre ambas poblaciones. En la Edad Media fue un
trasiego de tropas que participaban en la Reconquista; luego, el camino por el
que subía lo que venía de América.
Su nombre se deriva de la creencia que por ahí
subía la ‘plata’, es decir el metal precioso. Luego, esa plata era una manera de
potenciar el comercio y el intercambio sin la obligación de transitar por el
centro de la Península.
La Vía de la Plata parte de Sevilla o de Gijón,
para el caso, lo mismo. Toca las Comunidades Autónomas de Andalucía,
Extremadura, Castilla-León y Asturias. Salva Sierra Morena entre Andalucía y
Extremadura y la Cordillera Cantábrica entre Castilla-León y Asturias.
Su paisaje, muy variado: Dehesa entre Sevilla
y Santa Olalla del Cala; la Tierra de Barros; Vegas del Guadiana, en Mérida;
Valle de Ambroz y Sierra de Béjar; Campo Charro, en Salamanca; Tierra de Campos
en Zamora; el Páramo leones…
Comarcas bellísimas con una riqueza
ornitológica, paisajística, agrícola, ganadera y forestal de primer orden; un desierto
humano, en otros muchos lugares. El abandono de las administraciones ha hecho que en algunas
zonas la emigración haya sido la ‘primera ocupación’; en otras, la prosperidad,
a duras penas, ha conseguido sobresalir.
La carretera N-630 sustituyó al tren. El abandono
de este medio ha sido de tal magnitud que en algunos lugares se han perdido hasta
las estaciones y la vía y las han convertido en “vías verdes”. Algo insólito,
sustituir un tren por un paseo. Bellísimo, es verdad, pero… ¿Quiénes son los
responsables?
Hoy se han echado a la calle cientos de vecinos
de muchas de esas poblaciones. Reivindican la recuperación del tren que vertebre
y lleve riqueza y estabilidad económica a la zona (¡casi mil kilómetros entre
el Cantábrico y el Guadalquivir) Una quimera que tiene más de sueño y de anhelo
que de realidad. Desde el Ministerio de Transporte les han respondido que la solución a esa petición “está
en pañales”. Me acuerdo de dicho: “blanco y en botella”
Es una pena cómo el abandono de ciertas zonas
se ha tragado sueños y potencialidad. Pienso en el desarrollo de los ferrocarriles
británicos en las tierras Altas de Escocia donde el tren llega a donde no llegan los coches. Parece increíble,
pero es cierto. ¡Qué envidia, por Dios, qué envidia!
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