Foto. José María Aranda
Cinco calles y una Plaza. Cinco
chorros de agua de una fuente que mana historia. Días compendiados uno tras otro para aportar
belleza y dejar constancia que puede ser una Plaza Mayor de cualquier ciudad de
Castilla. Aquí es nuestra.
La Plaza Baja, desde hace unos
años con el apellido añadido de “la Despedía” en recuerdo del evento de la
mañana del Viernes Santo. Allí arrancan o llegan que para el caso es lo mismo:
Bermejo o Benito Suárez; de Atrás, calle Toro, la calle Postigo y la calle
Ancha que se queda estrecha para según qué cosas.
A un lado el Barranco, ese
Albayzin blanco chorreado como espuma de una Vía Láctea imaginaria que baja de
las Torres donde acuna a la Historia en el castillo; al otro, el templo de la
Encarnación. La joya manierista de Álora atribuida a Pedro Díaz Palacios,
maestro de obras de la catedral de Málaga y que aquí dejó una parte importante
de su trabajo.
En la esquina de la calle Benito Suárez, en
aquel tiempo “Bermejo” se construyó el Hospital de San Sebastián; en la esquina
con la calle Ancha las Casa Capitular, los graneros de Pósito, el alfolí de la
sal, la carnicería y la cárcel pública (qué pena que exista esa dependencia,
¿verdad?). La de Atrás, al otro lado de
la iglesia…
La calle Postigo bajaba de la muralla. Es la más antigua de la
población. Aparece en el Libro del Repartimiento de 1486 y se llamó Postigo de
la fortaleza y Postigo que entra en arrabal de la Villa. Poco después, Postigo
de Malpartida refiriéndose a Cristóbal de Malpartida, caballero entre los
vencedores a quien se da casa lindera con el adarve. Durante el siglo XVII se
conoció como calle de Bermúdez. ¿Quién sería ese tal Bermúdez?
Por la calle Ancha – te lo he
dicho otras veces – sube despacio. Párate de vez cuando. Vuelve la vista atrás.
Por momentos te asombrará el campanario de la iglesia y el pueblo a sus
espaldas. Cuando hayas subido un trecho, a tu derecha, se abre la calle
Churrete – por más que lo he preguntado y buscado nunca he encontrado la razón
del nombre – y te muestra la vega amplia y feraz. Termina en el Llano de las
Mona, y de ahí hacia abajo el precipicio hasta el arroyo Hondo donde estaban
los alfares iberos…
Por la calle Toro, que llevaba
al Tajo de la Quera, bajaban los que iban a la estación buscando los trenes
mañaneros…
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