7 de enero.
Domingo Marco Tulio Cicerón y Gayo Antonio Híbrida fueron Cónsules en el año 63
a.C. Él, Primer Cónsul; Gayo, el Segundo. En Roma, el Cónsul era la más alta
Magistratura del Estado y se ejercía de manera colegiada.
Cicerón además de político fue
un brillantísimo orador y dejó escritos que aún hoy tiene actualidad. Como
político fue un hombre implacable, durísimo con sus enemigos, sobre todo contra
Catilina, usó la violencia sin piedad e hizo bueno aquello de quien a “hierro
mata, a hierro muere”.
Su oratoria afilada y cruel era
el terror del Senado. Su palabra, demoledora. Hoy la estudian los estilistas de
la clase política como método para destruir y hacer añicos al enemigo. Las
piezas oratorias que empleó contra Catilina – Catilinarias - son un
modelo a seguir en el uso de la palabra asamblearia. Es proverbial el comienzo
de una de ellas: “Usque tándem Catilina patientia nostram abutare… “(¿Hasta
cuándo Catilina vas a seguir abusando de nuestra paciencia?)
En cuanto a sus piezas
literarias son notables, entre otras, De amititia (Acerca de la
amistad); De Officiis, Acerca de los trabajos y quizá y sobre todas ellas De
senectute (Acerca de la vejez). Un tratado con una actualidad asombrosa.
“Nada nos envejece tanto, dijo, como pensar que envejecemos. Y nada nos mata tanto como considerar
continuamente que hemos de morir”. Llegó a afirmar, incluso, que no todos lo
viejos son iguales. Sin embargo, él no vivió la vejez. Murió con 63 años –
entonces sí podría considerarse una edad muy avanzada – hoy no se considera así.
Llegó a afirmar incluso que la petulancia y el libertinaje es
propio de los jóvenes, pero no de todos, sino de los no virtuosos. Algo
parecido ocurre con la necedad en la vejez que no significa que afecte a todos
los viejos.
Su cabeza y su mano derecha, después de asesinado, se expusieron
para escarnio público en la calle.
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