sábado, 11 de abril de 2020

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Aleluya



                                    


Ya está clareando el día. Repicad campanas, repicad. Ya cantan las alondras en las campiñas y la brisa mece las espigas de los trigos. Hay un gorjeo de jilgueros, chamarines, verderones y carboneros. La alameda del soto es una sinfonía de pájaros y apunta la luz de alba por detrás de los cerros…

Muy temprano, María y las otras mujeres fueron a donde el sepulcro. Estaba abierto, la losa corrida hacia uno de los lados. ¿Cómo es posible con el peso tan enorme que tiene esta piedra? No puede ser. Se lo teme. Han tenido que  ser ellos, se lo piensa para sus adentros,  durante la noche han venido y lo han robado…

De pronto, un hombre. Ah, el jardinero…

-         Si has sido tú, le dice, dime dónde lo has puesto…

-         ¡María…!

-         ¡Maestro…!

Estalla en gozo por dentro. ¡Ha resucitado, ha resucitado!  Van  todas al cenáculo, lo anuncian… Corren Juan y Pedro y como el discípulo joven corre más, llega primero. Espera a Pedro… Luego la noticia vuela. De unos a otros. El miedo se transforma en contento. Nos lo había dicho y no lo habíamos creído  – como en tantas otras cosas – fuimos cerrados, muy cerrados...

Dentro de un rato, sobre un trono sembrado de flores blancas, una imagen de Jesús triunfante recorrerá las calles de pueblos grandes y pequeños… – aunque este año, por mor de tantas esas cosas, no toca – irá acompañado de un popurrí de niños nazarenos con las túnicas variopintas de sus cofradías.

Hasta ayer no se podía hacer ruido porque estaba el Señor muerto. Todo eran tinieblas. Ya no, ya Jesús ha resucitado. Algunos incrédulos… “dicen, - cuentan al viajero que se les une por el camino -  los que van para Emaús unos días después, que ha resucitado y que se la ha aparecido a las mujeres, pero nosotros…”.

Aleluya, resucitó. Se abre paso la luz del día. No es una fe de muerte, vana y vacía. Lo que hace un rato era preludio de aurora es luz plena. Cantan calandrias y alondras, jilgueros, verderones y camachuelos, cantan los pájaros ‘mayores’ y comienza a extenderse que todo no terminó en el Gólgota. Resucitó, como había dicho, aleluya, aleluya…


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