“No me mueve, mi Dios, para quererte
el Cielo que me tienes prometido
ni me mueve el Infierno tan temido
para dejar por eso de ofenderte.”
Noche cerrada. Un tintineo de
estrellas en un cielo negro extendido sobre el pueblo. Luces semiapagadas en la
Plaza Baja de la Despedía. Se abren las puertas del templo. Todo es sobriedad,
silencio. Jesús, clavado en la cruz va sobre hombros de gente joven. Cada
Martes Santo, desde la Encarnación a las Torres por otras calles, por otros
silencios…
“Tú me mueves, Señor. Muéveme el verte
clavado en una cruz y escarnecido;
muéveme el ver tu cuerpo tan herido,
muévenme tus afrentas, y tu muerte.”
Se forma el cortejo. Antorchas, filas
con gente vestida de negro. Un capilla pone las notas musicales. Son un
desgranar de tristezas desde el más profundo de los respetos. Voces entrecortadas.
Poco a poco se inicia la marcha. Flota como un no sé qué que se mete en el alma.
Se piensa, se medita…
“Muéveme en fin tu amor, y en tal
manera,
que aunque no hubiera Cielo, yo te
amara,
y aunque no hubiera Infierno, te temiera”.
Se enfila la calle Toro, al comienzo,
solo el comienzo. Un poco más adelante, la estrechez acongoja la entrada a la calle del Carril. Hay un abrazo
entre sí, de las sombras proyectadas en la pared. La procesión se alarga. Se
camina despacio. Todo es recogimiento…
“No me tienes que dar porque te quiera,
pues, aunque lo que espero no esperara,
lo mismo que te quiero te quisiera.”
Termina la calle, se llega al espacio
abierto. Enfrente el pueblo. El Hacho es una sombra agigantada, el Calvario un
chorreo alargado de casas blancas, abajo, el río… Dormitan las estrellas, luces lejanas como
hitos de fe en un parpadeo constante.
Con voz tenue, mi nieto:
-
Abuelo…
-
¿Qué…?
-
No, nada…
-
Ah..
A medida que se asciende, arrecia la
brisa. Hay rezos, un murmullo sonoro de asombro. Imponentes en la noche, las
murallas del castillo agrandadas en la oscuridad por la luz que proyectan los
focos. Es noche cerrada. En la explanada, concluye el traslado del Cristo
Crucificado de Estudiantes. Oración… A uno, en su interior, se le ocurre:
“Misericordia,
Señor,
ten misericordia…”
Pero, a lo que se ve, este año no toca…
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