No soy aficionado al boxeo. Me parece
algo que está en contradicción con la condición humana. Nunca un hombre puede
ir contra otro semejante. Se disfraza de deporte y los que saben, esgrimen
razonamientos que cuesta admitir.
Ha saltado la noticia. Legrá
enfermo del dichoso bichito está en estado grave. Llevaba un tiempo ingresado
en una residencia de ancianos (casi toca con la mano los ochenta años) donde la caridad del periodista José María
García, ha intentado paliar el final de su vida de desastres.
Niño pobre de Cuba donde nació,
se vino a España ‘con lo puesto’ en busca de una salida profesional en el
boxeo. Fue limpiabotas, vendedor de periódicos por las calles o ‘conductor’ de “guiris”
a las casas de putas de La Habana, que conocía al dedillo.
Pasó hambre, humillaciones y le
rebajaron su condición humana a lo más bajo. Los turistas le tiraban monedas al
mar desde el muelle y él se lanzaba al agua para recogerlas. “A los perros
también se les tira el pan”, dijo en una ocasión.
En España le ayudaron su
compatriota Kid Tunero y Vicente Gil, presidente de la Federación Española de Boxeo
y médico de Franco. que lo recibió en audiencia especial en El Pardo. “El
caudillo, decía, me ha regalado un chalé”, lo que en realidad era un piso
modesto en San Blas.
Su estilo de boxear, con la
guardia baja, era de una agilidad asombrosa. No lograban ni tocarle. Bailaba al
contrario con un juego de piernas electrizante, como en el fondo era su propia
vida. Todo jovialidad, fanfarrón y carente de las más mínimas luces para darse
cuenta de lo efímero de la gloria que se le escapaba, como el dinero, a
chorros. Todo dilapidado. ‘Otro juguete
roto’.
Nos contaba el maestro Alcántara,
que lo bautizó como “el puma de Baracoa”, que fue a cubrir la información para
Marca del combate que lo enfrentaba en Porthcawwl al galés Vinstone, al que
venció.
Le preguntó si se había preparado
bien…Pepe Legrá lo llevó a su habitación del hotel, le enseñó una compra
excesiva de muchísimos pares de zapatos que tenía ordenados por el suelo. “Un
mes de preparación, nada de alcohol, ni mujeres, ni tabaco”, contestó. Se introdujo
la mano en el bolsillo, sacó un crucifijo, y le dijo, “don Manuel, si Éste me
da suerte, lo mato”. Un niño grande, muy grande y roto.
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