jueves, 23 de abril de 2020

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Legrá






No soy aficionado al boxeo. Me parece algo que está en contradicción con la condición humana. Nunca un hombre puede ir contra otro semejante. Se disfraza de deporte y los que saben, esgrimen razonamientos que cuesta admitir.

Ha saltado la noticia. Legrá enfermo del dichoso bichito está en estado grave. Llevaba un tiempo ingresado en una residencia de ancianos (casi toca con la mano los ochenta años)  donde la caridad del periodista José María García, ha intentado paliar el final de su vida de desastres.

Niño pobre de Cuba donde nació, se vino a España ‘con lo puesto’ en busca de una salida profesional en el boxeo. Fue limpiabotas, vendedor de periódicos por las calles o ‘conductor’ de “guiris” a las casas de putas de La Habana, que conocía al dedillo.

Pasó hambre, humillaciones y le rebajaron su condición humana a lo más bajo. Los turistas le tiraban monedas al mar desde el muelle y él se lanzaba al agua para recogerlas. “A los perros también se les tira el pan”, dijo en una ocasión.

En España le ayudaron su compatriota Kid Tunero y Vicente Gil,  presidente de la Federación Española de Boxeo y médico de Franco. que lo recibió en audiencia especial en El Pardo. “El caudillo, decía, me ha regalado un chalé”, lo que en realidad era un piso modesto en San Blas.

Su estilo de boxear, con la guardia baja, era de una agilidad asombrosa. No lograban ni tocarle. Bailaba al contrario con un juego de piernas electrizante, como en el fondo era su propia vida. Todo jovialidad, fanfarrón y carente de las más mínimas luces para darse cuenta de lo efímero de la gloria que se le escapaba, como el dinero, a chorros. Todo dilapidado.  ‘Otro juguete roto’.

Nos contaba el maestro Alcántara, que lo bautizó como “el puma de Baracoa”, que fue a cubrir la información para Marca del combate que lo enfrentaba en Porthcawwl al galés Vinstone, al que venció.

Le preguntó si se había preparado bien…Pepe Legrá lo llevó a su habitación del hotel, le enseñó una compra excesiva de muchísimos pares de zapatos que tenía ordenados por el suelo. “Un mes de preparación, nada de alcohol, ni mujeres, ni tabaco”, contestó. Se introdujo la mano en el bolsillo, sacó un crucifijo, y le dijo, “don Manuel, si Éste me da suerte, lo mato”. Un niño grande, muy grande y roto.





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