viernes, 24 de abril de 2020

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Molino Pitoño






Dicen los papeles viejos que las ‘anorias’ estaban a ambos lados del río. Las ‘anorias del río allá”, en la margen izquierda, las del “río acá”, en la derecha. En medio, el Guadalhorce, que viene desde los Alazores en los límites de las provincias de Granada y Málaga, y se rinde en el Mediterráneo, frente al mar de Alborán…

Las “anorias del río allá”, abarcan un amplio término, desde el Morquecho hasta la Barranca de la Barca. Aparecen en documentos del siglo XIX en lo relativo a propiedades recogidas en el Libro de Amillaramiento y Riqueza Rústica del citado siglo.

Pablo Pérez, en la mejor obra publicada sobre el Patrimonio Industrial de Alora ya desaparecido, ubica allí el Molino Pitoño, conocido también como Molino Ramírez. Dice que es “un viejo molino harinero de rueda horizontal o rodezno con dos bóvedas bien visibles, que van a desembocar en una pequeña alberca”.

Las “anorias del río acá”, están unidas al Vínculo fundado por el Beneficiado Tomás Estrada Brazas, en testamento otorgado en 7 de junio de 1783. El partido está entre el llano de Santa Brígida y la Cuesta del Río. Tierras de un alto nivel freático, se dedican prioritariamente al cultivo de cítricos, si bien se ven seriamente amenazadas por el crecimiento urbanístico y por otro vecino, aún peor, el propio río.

En el amanecer del 28 de septiembre de 2012, una avenida de enormes proporciones arrasó parte de su suelos. Lo peor, una muerte, ruina para mucha gente y la destrucción del puente de hierro. Se dieron tres factores adversos: la suciedad del cauce – aún a pesar del cambio de gobiernos Central y Autonómico – no se ha hecho nada para limpiarlo ante el clamor de los agricultores y del propio Ayuntamiento; una mala planificación con una carretera que sirvió de presa artificial (tampoco se ha pedido ninguna responsabilidad a nadie) y una gota fría de enormes proporciones.

Están cruzadas por una vía conocida como el camino de ‘Callejones de la Barca’. Recibe el nombre por la barcaza que permitía el cruce del río en los meses de otoño e invierno, cuando el río, crecido, no podía vadearse. Había otra barca situada aguas abajo, en las inmediaciones del cortijo de Villalón, pero eso para otro día.

Antonio “el Divino”  los recogió en sus pregones: “Venga niña, que traigo güenos limones / y son de los Callejones / niña.”







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