Dicen los
papeles viejos que las ‘anorias’ estaban a ambos lados del río. Las ‘anorias
del río allá”, en la margen izquierda, las del “río acá”, en la derecha. En
medio, el Guadalhorce, que viene desde los Alazores en los límites de las
provincias de Granada y Málaga, y se rinde en el Mediterráneo, frente al mar de
Alborán…
Las
“anorias del río allá”, abarcan un
amplio término, desde el Morquecho hasta la Barranca de la Barca. Aparecen en
documentos del siglo XIX en lo relativo a propiedades recogidas en el Libro de
Amillaramiento y Riqueza Rústica del citado siglo.
Pablo Pérez, en la mejor obra publicada sobre el
Patrimonio Industrial de Alora ya desaparecido, ubica allí el Molino Pitoño, conocido
también como Molino Ramírez. Dice que es “un viejo molino harinero de
rueda horizontal o rodezno con dos bóvedas bien visibles, que van a desembocar
en una pequeña alberca”.
Las
“anorias del río acá”, están unidas al
Vínculo fundado por el Beneficiado Tomás Estrada Brazas, en testamento otorgado
en 7 de junio de 1783. El partido está entre el llano de Santa Brígida y la
Cuesta del Río. Tierras de un alto nivel freático, se dedican prioritariamente
al cultivo de cítricos, si bien se ven seriamente amenazadas por el crecimiento
urbanístico y por otro vecino, aún peor, el propio río.
En el amanecer del 28 de septiembre de 2012, una
avenida de enormes proporciones arrasó parte de su suelos. Lo peor, una muerte,
ruina para mucha gente y la destrucción del puente de hierro. Se dieron tres
factores adversos: la suciedad del cauce – aún a pesar del cambio de gobiernos Central
y Autonómico – no se ha hecho nada para limpiarlo ante el clamor de los
agricultores y del propio Ayuntamiento; una mala planificación con una
carretera que sirvió de presa artificial (tampoco se ha pedido ninguna
responsabilidad a nadie) y una gota fría de enormes proporciones.
Están cruzadas por una vía conocida como el camino
de ‘Callejones de la Barca’. Recibe el nombre por la barcaza que permitía el
cruce del río en los meses de otoño e invierno, cuando el río, crecido, no
podía vadearse. Había otra barca situada aguas abajo, en las inmediaciones del
cortijo de Villalón, pero eso para otro día.
Antonio “el
Divino” los recogió en sus pregones: “Venga niña, que traigo güenos limones / y son
de los Callejones / niña.”
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