Querido Maestro:
Dice el calendario que hace un
año que te fuiste. Eso es cosa de las hojillas del almanaque, porque tú, en
realidad, no te has ido…Ya sabes, cuando algo se mete dentro, muy adentro, no
sale nunca.
Tuve la suerte de no figurar en
la ‘nomina’ de esos amigos tuyos que ahora lo pregonan a los cuatro vientos, o
las cuatro esquinas del cuadrilátero. Se me agolpan los recuerdos. Ordenarlos es casi una quimera.
Noches de cena y sobremesa, que
casi tocaba el alba: Los hermanos Durante, Fermín y Adolfo; Jaime Rittwagen,
ese amigo que nos pinta Málaga con un peculiar estilo naïf que en el fondo es
la esencia de lo que fuimos, y Frutos que, cerrado el restaurante, acercaba la
silla a la mesa y tú nos dabas la palabra certera y apropiada.
Semanas de Cultura Andaluza, y
nos trajiste a Garci y a Ana Rosa, y a Matías Prats que preguntó “¿Cuánto tengo
yo que dar para pagar esto? porque esto hay que pagarlo” y nosotros dijimos, al
revés, maestro, al revés.
Y los viajes a Madrid con Juan de
conductor, y Paula y la perrita que no daba un ruido, y las cenas en el Guetaria
y el rato compartido en el Sancta Santorum del Boxeo, que tenías allí en tu
casa…
Aquella tarde, quedamos citados
en la Cosmopolita, al encontrarnos le preguntaste a Fernando – otro
amigo del alma -, compañero, que, había pintado una barca y le puso “Lola”
y que levantó el vuelo demasiado pronto,
“Fernando, me han dicho que andas malillo”… Y
te contestó: ”Tarjeta amarilla maestro, lo mío ha sido tarjeta amarilla”.
Se las andaba la madrugada por
los tejados de Málaga. Compartíamos noche en La Tasca. Llegó un hombre mayor
(lo de viejo, como que no), vendía tabaco en una cajita colgada de su cuello.
Le pediste un “Goya”, no tenía, entonces elevaste la vista sobre la caja
con esa forma de mirar que solo tenías tú y le solicitaste… uno cualquiera, y
vino lo más sorprendente. Le peguntaste al camarero como un susurro, “ ¿cómo se
llama”? “Rafael”, contestó. “Convide a don Rafael” dijiste en voz alta, y todos
supimos de aquella magna lección…
Y aquel almuerzo en María:
Tú, Barbeito, y yo de oyente. Entonces supe que sí, que es verdad, que existen
los Reyes Magos…
Hace unos meses, Fulgencio y Paco
Campos, hablábamos de ti dando un paseo por la huerta – que a ti no te gustaba
porque tú eras hombre de ciudad y de orilla de la mar – . Hace un rato, en esta
mañana de primavera que el cielo se derrama a intervalos, Fulgencio me ha
enviado unos textos sublimes que han publicado sobre ti. Gracias Maestro (yo sí
lo pongo con mayúscula) Alcántara.
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