jueves, 9 de abril de 2020

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Viernes Santo



                                     


Mañana del Viernes Santo. Temprano, (casi amaneciendo) trompetas legionarias despiertan al pueblo, luego las paracaidistas, y otras, las de las bandas propias, y... Trasiego, forasteros que acuden y propios que vuelven. Niños en los hombros y sudores en el alma. No se cabe… Jesús y Dolores entre el gentío que se entreabre sólo lo justo para dejarles paso…

De morado y claveles rojos, acude a la “Despedía” Jesús Nazareno de las Torres…

De legión y oro la Virgen.

Todo es discrepancia. Todo se cuestiona. ¿Llueve?, ¿hace calor? ¿por qué se retrasan? Y por encima de todo el “ganador”. Culmen de la exteriorización de la Semana Santa. Espectáculo singular. El pueblo dividido en dos mitades -benévolo y complaciente para todo lo propio; censor inmisericorde contra todo lo del rival- responde a una llamada totémica.

Los tronos en el centro de la plaza provocan el delirio, se acercan, se arrodillan. Abajo, arriba, retroceden, otra vez de rodillas. Arriba… ¿Quién se levantó primero? La polémica…

Música de bandas militares, vítores, palmas, y el suspiro contenido que se le escapa de la garganta. Jesús por la calle Ancha, retorna al castillo de las Torres. Dolores, a su templo. Y una conclusión: no es “despedía”, sino reencuentro. Vengan y vean. Volverán, y luego, si quieren, lo cuentan.

Cuando éramos niños, mi madre a las tres de la tarde, nos congregaba junto a ella. Arrodillados delante del Crucifijo, mi madre entonaba el Credo. Rezábamos tres Credos (¿tres caídas?, ¿tres clavos?), ya estaba el Señor muerto…

Ya faltan uno de los niños y la madre que entonaba el Credo. Un puñado de lágrimas. Nudo a la garganta. Viernes Santo. Demasiados recuerdos.
Por la noche, de la Vera Cruz sale la Piedad, o el Silencio “porque podemos hablar distintas lenguas pero todos hablamos el mismo silencio”. María, con Jesús en sus brazos muerto…
Entre hachones avanza el Santo Entierro. Un tambor ronco, un catafalco… ¡Ay la muerte! Este año más injusta y ciega como aquella, como todas las muertes de siempre.
Del castillo baja la Virgen de las Ánimas. La arropa el pueblo. Penitentes, promesas, fervor, misterio…
Al filo de la media noche, la Soledad está en la calle. María lleva su dolor, el propio, el pueblo, el acumulado durante el año… “Esta noche no han de abrirse las rosas de los rosales…” Viernes Santo… A lo que se ve –¿ o sí? – este año no toca…


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