Un grupo de sanitarios del Hospital Regional (antiguo
Carlos Haya) de Málaga procesionan una imagen de Jesús Cautivo por los pasillos
del centro, delante de las habitaciones de los enfermos. (Prensa de Málaga 3 de
abril 2020). Todo fue improvisado menos la fe.
España se sacudía el luto de una
guerra. Se levantaba en años de opresión, pobreza y carencias de toda clase.
Muchas personas tenían una salida difícil. Se veían obligadas a buscarla fuera
de sus casas. Si el hombre no encontraba el necesario jornal para satisfacer
las bocas que esperaban, para la mujer era peor, muchísimo peor.
El barrio de la Trinidad en la
margen derecha del río Guadalmedina tenía todo el acento castizo que había
acumulado a través del tiempo. Por un lado, el campo lejano; en el otro, el
Perchel, la Estación, el Bulto y la mar que venía a morir en el rebalaje.
Enfrente, Málaga a la que ya no asolaban las crecidas del río.
En su suelo nació uno de los
cantes que tienen sello propio: ‘la Jabera’. “Barrio de la Trinidad /
cuantos paseos me debes / cuántas veces me han tapao / las sombras de tus
paeres”..
En su suelo arrancó a partir de
los años cuarenta del siglo pasado (la cofradía se fundó en 1934 y la imagen la
talla Martín Simón en 1939) una de las devociones más enraizadas en el pueblo
malagueño. La devoción a Jesús Cautivo, o sea, simple y llanamente, “El
Cautivo”.
El Cautivo, al que se ha
adjetivado como “el Señor de Málaga”,
“el Cristo que camina sobre el pueblo”, “el de la túnica blanca…” Y un
montón de epítetos más se venera en San Pablo, y en las casas de mucha gente, y
en la tienda del barrio, en el bar, en la frutería, en el bolsillo del devoto donde
va la estampa de la que no se desprende nunca, nunca… Hace unos días, un grupo
de sanitarios sobre el trono de la fe– el mejor, que tuvo nunca- en una mesilla de hospital lo han llevado por
los pasillos junto a los enfermos…
Noche de Lunes Santo, Jesús
Cautivo, el de la túnica de piel de Ángel, el que debería venir con las
estrellas ya en el cielo y la brisa marinera al compás de un rezo sereno,
silente… ¡Ay, Señor que me das, que me das que no puedo dejar de quererte y
pedirte, y Tú ya sabes, y…!, desde la Trinidad, y por el puente de la Aurora, y
por la Rampa, y por Atarazanas, y luego…
Pero, ya se ve, este año no toca…
¡Qué bonito el gesto de los sanitarios del hospital! Cuando esto acabe, no sé cómo podremos agradecerle tanto.
ResponderEliminarAl hilo de la jabera, decía una coplilla que recogí en Barrancos, el vencino pueblo portugués: Rúa de San Bento /¡Cuantos paseos me debes! /¡Cuántas veces me he arrimado / a la cal de tus paredes!.