No era una mañana con sol y
pájaros cantando, no. No era una mañana de primavera con flores en los bordes
de la carretera y olores de celindos que venían del otro lado de la tapia, no.
No era una mañana de mimosas rendidas por el peso de las flores, ni buganvillas
ahítas de colores, no. No era una mañana de primavera con gente alegre por la
calle que iban o venían de su trabajo, no.
Era una mañana entoldada y un
poco fría. La lluvia caída con fuerza durante toda la noche, había sembrado de
charcos la calle y cuando, de vez en vez, pasaba un coche, el agua salpicaba y
llegaba a varios metros de distancia.
La radio mañanera en su
predicción, habló de alerta naranja y que luego, al mediodía, viraría a
amarilla. Los colores eran una manera de informar a los ciudadanos que podrían
caer un número determinado de litros de agua y que eso era a modo de
orientación.
El arroyo bajaba turbio. El
arroyo que nace en las estribaciones de la sierra, como un vericueto casi
insignificante, se alimenta, se engrosa con correntías que bajan de las cañadas
saltando de piedra en piedra que se forman en la quebradas. La orografía tiene
algunos caprichos acentuados por la erosión que los forma de esa manera.
Luego, el arroyo después de recorrer
un trecho, llega hasta el río que por las avenidas de otros arroyos también
traía esta mañana mucha turbidez en sus aguas. La turbidez la proporciona el
limo agitado. Cuando cese el periodo de lluvias y se amansen se convertirá en
agua clara. En otros sitios, por mor de la mano del hombre, que vierte otras
cosas, casi nunca se vuelven claras.
Era una mañana con un tinte de
tristeza en su aire. Acucian problemas a los que se les ve muy pocas salidas, o
si alguien las intuye las pone tan lejos, tan lejos, que parece que su tardanza
va en proporción a la desesperanza para su solución.
Le he dicho a algunos amigos que
no me envíen más mensajes, porque para desinformarme ya tengo algunas
televisiones, los cantos de los agradecidos y las noticias falsas que se inventan
otros. No quiero seguir incrementando el amargor que de por sí, ya flotaba en
esta mañana rara, lluviosa y de vientos revueltos.
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