viernes, 10 de abril de 2020

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Sábado Santo





              

Consumatum est’. No, no. Todo no se ha terminado. Ahora empieza…, ahora viene el sentido de todo esto. El ‘porqué’ que no tenía respuesta hasta hace un rato, comienza a alumbrar como una rayo de aurora, de luz, de esperanza que puede, que va a dar sentido…

Dicen que eran sobre las tres de la tarde. El cielo se puso negro, se rasgó el velo del templo, y dando un gran grito expiró… Dicen que entonces, en medio de la tormenta, porque sonó un gran trueno, el centurión dijo algo así como  “este hombre era ‘verdaderamente Hijo de Dios…”

José de Arimatea, que tenía poder entre la gente de su tiempo, fue y habló con la autoridad y consiguió que se llevase a cabo el enterramiento aquella misma tarde porque ‘mañana, les dijo es sábado y ya se sabe lo de guardar el sábado y la Pascua y…..’ Lo consiguió. Envuelto en un sudario, se lo llevó a un sepulcro nuevo que tenía cerca de allí.

Regresaron al  cenáculo. Ya caía la tarde, venían de un entierro. Casi todos hemos vuelto alguna vez de un entierro. No hay palabras, sobran sentimientos. Hay un ruptura por dentro que no hay manera de… Ustedes me entienden.

Hablaban entre ellos, se entrecortaban las palabras, los sollozos, los suspiros. María, la otra María, al llegar calentaría un cuenco con leche y se lo acercó a la Madre. Juan, que estaba en todo, le susurró suavemente, “un sorbo Madre, toma un sorbo, te sentará bien”, de la  alacena sacó un puñado de dátiles de Jericó  y los puso a su alcance…

Comentaban lo de Judas. ¿Cómo ha podido hacer esto? Hace unos días, Fulgencio y Bartolo a los que yo quiero mucho – me consta que a mí, también ellos-  se enredaron en una discusión filosófico-teológica, como corresponde a su formación y a sus mentes. Judas fue ¿traidor o colaborador necesario? Sebastián, medió con su sapiencia y dejó las cosas en su sitio…

Noche, noche cerrada y fría. En la calle, a oscuras flotaba algo raro. Atrancada por miedo, la puerta. Estaban cerradas las ventanas. Extendieron los jergones de paja por el suelo. No había luces, en las paredes se agrandaban las sombras que proyectaba, desde el suelo, la luz tenue, semiapagada – “Señor yo creo, pero aumenta mi fe”- una mariposa de aceite…



                       Cenáculo. Jerusalen.

1 comentario:

  1. Descripción fabulosa y no menos oración. Gracias por compartirla

    ResponderEliminar