Versión libre y a mi manera.
Había una vez un tendero que tenía una tienda en una calle cualquiera de
Ithaca, California. El tendero había venido de una tierra lejana que tiene
altas montañas, valles profundos y ríos de agua clara. El hombre había llegado
hasta allí y había puesto muchas millas de distancia por medio.
El hombre de la tienda, o sea el
tendero tenía un niño pequeño. El niño salió desde detrás del mostrador y le pidió
a su padre una manzana. Su padre le dio la mejor manzana. El niño la mordisqueó
y la dejó en el suelo.
El niño entonces le pidió una
pera. Hizo la misma operación y la dejó sobre una cesta ante la mirada de
sorpresa del tendero. Luego, le pidió un plátano. Lo mondó, mordisqueó y lo
puso en el filo del mostrador. Después, le pidió un bombón. El tendero se giró,
abrió una vitrina, cogió un estuche y sacó un bombón que puso en la mano del
niño que, tampoco se lo comió…
Entonces entró un hombre y le
preguntó si tenía pasteles con pasas dentro. El tendero le dijo que podía
ofrecerle otros pasteles con pasas pero no como él los quería. El hombre, descontento,
le dijo que su sobrino tenía gripe, estaba caprichoso y para tomarse la
medicina pedía pasteles con pasas dentro y que, siendo así, iría a buscarlos a
otra tienda.
Entonces el tendero comenzó a
razonar en voz alta. El niño pequeño y caprichoso, y el hombre que quería
pasteles con pasas dentro para satisfacer a otro niño caprichoso escucharon que
en la tierra de altas montañas y valles
con ríos de aguas claras había niños que añoraban un trozo de pan, solo un
trozo, un mendrugo para satisfacer el hambre de cada día y que en las noches de
invierno tiritaban de frío…
El tendero, o sea Dios, le contó al hombre que quería pasteles con
pasas dentro que su hijo se había mostrado insatisfecho con una manzana, con
una pera, con un plátano… y él que era un adulto también se había contrariado
porque en aquella tienda no habían servido pasteles con pasas dentro, y entonces
Dios con voz suave les dijo: os lo he dado todo y sin embargo no habéis sido
capaces de ser felices con nada…
Y todo esto ocurrió en un pueblo
llamado Ithaca, California.
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