Teresa Vergara. Pintura al óleo. Ricardo Balaca
Doña Teresa Vergara Domínguez, es la señora del cuadro. Nació en Álora el 7 de septiembre de 1852. Vivía la niña en lo que hoy conocemos como Callejón del Calvario. Huérfana de madre, a los ocho años, la acogen y educan sus padrinos, Cónsul, él de Italia. Conoce al pintor con quien se casa a los dieciocho años. Del matrimonio nacen dos hijos. Con veintisiete enviuda. Avatares de la vida le hacen desprenderse de su retrato. Muere octogenaria en 1936.
Veinte y pocos años tenía cuando se pintó el cuadro. Rostro serio, mirada perdida, chal rojo en los hombros que cae sobre un vestido blanco impoluto. Un moño recoge una mata de pelo negro. De fondo, una arboleda tupida y verde. La señora se sienta sobre un banco de piedra. Está el jardín de su casa: Aravaca, entonces, campo; todavía, no la había devorado la gran ciudad.
Ricardo Balaca, el pintor. Nació en Lisboa en 1810. Circunstancialmente, su padre, trabajaba allí. Es pintor de pincel claro, trazo seguro y escuela. La valoración le viene, además. de por el retrato (el que nos ocupa, por caso) y por otros: la guerra civil del norte donde las Guerras Carlista en España sembraban, una vez más, división, y por la Batalla de Bailén donde los franceses sufren un durísimo revés,
Se cuenta una anécdota esclarecedora. Le dan la noticia de la derrota de Dupont a Napoleón al que lavaban los pies en una palangana. No reacciona. El oficial piensa que está distraído y se la repite. Entonces, el emperador, da una patada (tal cual, al recipiente de porcelana) y dice:
- ¿Cómo es posible, que un pueblo de piojosos y envidiosos haya podido derrotar al Ejército más importante de Europa?
Se puso en marcha y él mismo se viene para España.
Hace, Balaca retratos, también, para Alfonso XII, al que considera su amigo. De esta amistad le vendrá la muerte. El Rey quiere un retrato ecuestre. En la Zarzuela buscan el caballo idóneo. Es febrero y en Madrid. Tres días después muere a consecuencia de una pulmonía. Tenía sólo 35 años.
Ahora, desde una pared, escoltada por obras de Valeriano
Bécquer y Esquivel, desde su pequeño cuadro, ve como pasa el tiempo y los
visitantes ante sus ojos. En la puerta vigila un hujier. Es, que sepa, el único retrato de mujer de
Álora que se cuelga en un museo madrileño y, si, además, es de la excelencia
del Lázaro Galdiano, miel sobre hojuelas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario