Septiembre, 21 domingo
Anoche Huelva se echó a la
calle. Bueno, Huelva no. La gente cofrade de esa ciudad olvidada en la punta
del mapa de Andalucía que casi toca Portugal con los dedos de la mano, esa
gente que quiere y siente a sus imágenes, salió a la aceras, acudió a las puertas
de los templos y acompañó a sus Vírgenes.
Huelva celebraba una Magna –
ahora lo llaman así – con sus advocaciones marianas ‘coronadas’. Celebran
la efeméride de un año Jubilar. Anuncian que dentro de unos días las de Jaén y
Córdoba. Me parece fenomenal, al margen de trabajo material, hay algo más, la
gente no se avergüenza de sus creencias y lo dice a los que quieran verlo.
Hace unos meses la cosa ocurrió
en Roma. Sí, esa ciudad que la llaman la Ciudad Eterna, cúmulo de Historia y de
sede religiosa. Desde hace poco más de dos mil años, año más o año menos, sede
de la Iglesia Católica. Los seguidores de aquel loco al que crucificaron, entre
otras cosas, porque decía que había que querer a los enemigos. Hoy, sus
seguidores estan divididos en no sé cuantas ramas. Cualquier día se baja de la
Cruz y dice que con Él no se juega.
A Roma llevaron dos imágenes
emblemas de la creencia católica en Andalucía: la Esperanza de Málaga y el
Cachorro de Sevilla. De otros países, otras imágenes. Fue, al margen del tema
religioso, una exposición de Antropología social.
Cuando vi pasar la imagen del
Cachorro, talla del XVII de Ruiz Gijón por delante del Coliseum se me vinieron
muchas cosas a la cabeza. De entrada, a pesar de haber estudiado latín, de
reconocer lo que nos aportaron y de la vigencia aún de mucho de todo eso, el
pueblo de Roma – de entonces – no me gustaba. Lo entendía como cruel,
sanguinario, vengativo… Tonterías que, a uno, se le ocurren.
Detrás de esas ventanas en la
arena de esa obra de arte (entendían la belleza, no como los griegos por amor a
lo bello, sino para apabullar al vencido y para dar un sentido de utilidad) murió
mucha gente por creer que Aquel que iba representado en una cruz y que pasaba
delante de sus muros, quiso el amor entre todos…
Ahora cuando escribo estas
líneas pienso en los suburbios de Lima, en las chabolas de Río, en los
cristianos asesinados tierras abajo del Sahel, en los ahogados en las pateras,
en la matanza de Gaza…Me viene a la
mente: “Tú me mueves, muévete el verte / clavado en una cruz y
escarnecido, muéveme ver tu cuerpo tan
herido,/ múevenme ver tus afrentas y tu muerte”. (Anónimo atribuido a Santa
Teresa de Jesús).
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