Nieve en los Picos de Europa
Septiembre,
23 martes
Cuando
yo era niño, subíamos al Monte Redondo para ver el mar. Si el día estaba claro,
lo veíamos. Al día siguiente, en la Escuela casi nos vestíamos con un hálito de
héroes porque habíamos visto el mar. El sueño – y en un niño, más – no tiene
límites.
Cuando
fui muchacho algunas tardes de mayo si la atmósfera estaba limpia, entonces, ya
en Málaga, no solo veíamos el mar, sino que, en la lejanía sobre aquella
inmensa planicie azul y quieta, veíamos unas montañas. Era – y es, obviamente –
la Cordillera del Atlas. Eran unas siluetas oscuras recortadas en el horizonte.
África parecía a pedir de mano y la teníamos a golpe de vista.
Nosotros
sacábamos partido a lo que teníamos. Algunas veces, en pleno invierno cuando
vienen las olas frías del polo entonces nieva en El Torcal y en las Pedrizas,
en Sierra Aguas y en la de Abdalajís, y eso, sí que es noticia y vamos “a ver
la nieve”.
Esta
mañana, el telediario ha dicho que ya ha nevado en los Pirineos, esos que nos
separaban, y nos separan de Francia y en los Picos de Europa. Dicen que le
pusieron ese nombre porque los marineros que venían de América era lo primero
que veían de nuestro Continentes. ¿Es bonito, ¿verdad?
Decía
la información del telediario que las cumbres ya están blancas, cubiertas por
la capa. Si todo va como tiene que ir no se la quitarán hasta los meses de mayo
o junio del año que viene cuando la primavera llame a su puerta y vista de
verde la poquilla tierra que hay entre la caliza de sus montañas y en los
valles de paz y presencia de Dios que se abren entre ellas.
No ha
dicho el telediario nada de Sierra Nevada. Se ve que, por allí, por la
Cantábrica, ha llovido y las bajas temperaturas ha hecho que se congele el agua
de las nubes y haya bajado en forma de copos; por estas benditas tierras del
sur - aquellas también lo son, pero como estas son nuestras, ustedes me van
permitir la licencia – pues no haya caído ni una gota, ¡y miren que hace falta!
La
aceituna ya vira al color morado; los barbechos levantan una nube de polvo detrás del paso del tractor y el ganado tiene poco que llevarse a la boca. Sería bueno
un rocío de agua. No pedimos mucho, solo con que cale el golpe del arado se
cargarían los pozos, los veneros y las cañadas estarían preparadas para cuando
de verdad entre el otoño corran y lleven la vida. El otoño, ahora solo ha
llamado a la puerta.
No hay comentarios:
Publicar un comentario