martes, 23 de septiembre de 2025

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Nieve en los Picos de Europa

 

               Nieve en los Picos de Europa


Septiembre, 23 martes

 

Cuando yo era niño, subíamos al Monte Redondo para ver el mar. Si el día estaba claro, lo veíamos. Al día siguiente, en la Escuela casi nos vestíamos con un hálito de héroes porque habíamos visto el mar. El sueño – y en un niño, más – no tiene límites.

Cuando fui muchacho algunas tardes de mayo si la atmósfera estaba limpia, entonces, ya en Málaga, no solo veíamos el mar, sino que, en la lejanía sobre aquella inmensa planicie azul y quieta, veíamos unas montañas. Era – y es, obviamente – la Cordillera del Atlas. Eran unas siluetas oscuras recortadas en el horizonte. África parecía a pedir de mano y la teníamos a golpe de vista.

Nosotros sacábamos partido a lo que teníamos. Algunas veces, en pleno invierno cuando vienen las olas frías del polo entonces nieva en El Torcal y en las Pedrizas, en Sierra Aguas y en la de Abdalajís, y eso, sí que es noticia y vamos “a ver la nieve”.

Esta mañana, el telediario ha dicho que ya ha nevado en los Pirineos, esos que nos separaban, y nos separan de Francia y en los Picos de Europa. Dicen que le pusieron ese nombre porque los marineros que venían de América era lo primero que veían de nuestro Continentes. ¿Es bonito, ¿verdad?

Decía la información del telediario que las cumbres ya están blancas, cubiertas por la capa. Si todo va como tiene que ir no se la quitarán hasta los meses de mayo o junio del año que viene cuando la primavera llame a su puerta y vista de verde la poquilla tierra que hay entre la caliza de sus montañas y en los valles de paz y presencia de Dios que se abren entre ellas.

No ha dicho el telediario nada de Sierra Nevada. Se ve que, por allí, por la Cantábrica, ha llovido y las bajas temperaturas ha hecho que se congele el agua de las nubes y haya bajado en forma de copos; por estas benditas tierras del sur - aquellas también lo son, pero como estas son nuestras, ustedes me van permitir la licencia – pues no haya caído ni una gota, ¡y miren que hace falta!

La aceituna ya vira al color morado; los barbechos levantan una nube de polvo detrás  del paso del tractor y el ganado tiene poco que llevarse a la boca. Sería bueno un rocío de agua. No pedimos mucho, solo con que cale el golpe del arado se cargarían los pozos, los veneros y las cañadas estarían preparadas para cuando de verdad entre el otoño corran y lleven la vida. El otoño, ahora solo ha llamado a la puerta.

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