Barca de Los Callejones
A los amigos entrañables
que hoy ‘han cruzado el río de otra manera’
Septiembre,
25 jueves.
Federico
Alonso Pernía, escribió para Francisco Palacio Ortega, “El Pali”, (El
trovador de Sevilla) la letra de unas sevillanas deliciosas, La Barca de
Tomares. Al río. por Tomares – por Coria y por la Puebla y por otros
sitios, también – hay que hablarle de usted. Según el autor, el barquero
aguardaba en La Ventilla a las mocitas (la letra dice que a los borrachos,
también, pero eso es menos poético). En el cruce hacia Triana, que está
enfrente, cantaba por ‘Sevillanas’; en el camino inverso, o sea, para
Tomares, por ‘Soleares’…
El
maestro Román, malagueño, que murió en Madrid, escribió más de mil seiscientas
canciones - entre ellas ¿será porque Málaga no tiene ríos? - para Marisol
Reyes: Barquerito de Lora, “Barquerito de Lora, cariño mío /Se me pasan
las horas cruzando el río…”
Cantillana,
en la confluencia del Viar que viene de la Sierra de Tentudía en el sur de
Extremadura con el Guadalquivir, tuvo un barquero famoso, Andrés Francisco
López Jiménez. A éste – que yo sepa no le cantaron – pero pasó a la leyenda del
bandolerismo con varios nombres, entre otros, el de “Curro Jiménez”.
Problemas de injusticias a la muerte de su padre, que le dan el oficio de barquero
a otro, mezclados con el amor de por medio. Leyenda, historia, un montón de
muertes y un final trágico, fue su desenlace.
La
barcaza que cruza de Coria del Río a Los Palacios, ha sido un alivio para los
viajeros que van del Aljarafe a la orilla izquierda del Guadalquivir. Yo la he
utilizado una vez, solo una vez y es una experiencia que merece la pena
vivirse. Desde Dos Hermanas, Utrera o Los Palacios y Villafranca, en las horas
punta tienen un respiro para salvar los atascos del Puente del Quinto Centenario.
Nosotros
tenemos un río más modesto. Nuestra historia, también lo es. Una barcaza
cruzaba el Guadalhorce entre lo que hoy conocemos como barriada de Bellavista y
los Callejones de la Barca. La barca entraba en servicio en los meses de otoño
e invierno, cuando las crecidas no permitían el paso. En los documentos
recogidos por el Catastro del marqués de la Ensenada, el pago rural figura con
el nombre “anorias del río acá”. Funcionó hasta principios del siglo XX. Hubo
otra, aguas abajo que pasaba a los viajeros en las inmediaciones del cortijo de
Villalón.
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