Foto. Fermín Adame Galván
Septiembre,
18 jueves
Aquí,
Sierra Morena, que es donde se encuadra, ya está en sentido decreciente. Las
altitudes, pequeñas, con poco más de los quinientos metros. Eso es lo que dice el mapa, tendré que
preguntar para que me digan los nombres como el pueblo las bautiza. En la Sierra
huelvana un puñado de pueblos se esparcen por un terreno bellísimo. Hay pocos
paisajes más sugerentes, sobre todo, en primavera.
Hay que
deambular como lo hace el viajero. Como en tantos otros sitios, un forastero. Se
deja llevar a la rosa de los vientos. Desde la carretera, en la lejanía ve un
pueblo blanco y se pregunta a sí mismo ¿qué pueblo puede ser aquel? Y va y
nunca, nunca, en estos pueblos, sale defraudado. Paisaje y paisanaje, de la
mano.
Cumbres
de Enmedio está en el mapa casi porque sí. Dice, de él, mi maestro Barbeito:
“una iglesia, tres calles, un Ayuntamiento cerrado, una tabernilla y paz”. Con
mi respeto debido al maestro, agrego: Amén. Y añado que, también, el silencio.
La gente por aquí va de paso. Viene el
pan, el pescado, la fruta, las verduras… en coche. Llega, hace el apaño y se
va.
A la
zona se le llaman “las Cumbres”, el nombre viene dado porque la de más
“importancia” es Cumbres Mayores; es la referencia para todo, hasta para el
refranero que la maltrata. Lo normal del refranero con los vecinos; la otra,
Cumbres de San Bartolomé y por aquello de que en algún lado hay que estar, pues
se colocó, en el camino – entonces – ahora ya es carretera, entre ambas y nació
con el nombre puesto.
Dice el
mapa que consulto (solo he pasado una vez porque a uno le come la curiosidad
por todo) que cuando se va desde Las Cumbres Mayores a Encinasola, a la
izquierda lo bordean la Sierra del Viento (por detrás de Cumbres Mayores) y la
Sierra del Álamo y la Sierra de la Breña.
Un poco
más allá, y también a la izquierda, por hondonadas de la dehesa corre el
Múrtiga, que nace en Fuenteheridos; en Encinasola, lo llaman la Ribera y va al
Ardila y luego al Guadiana y por Ayamonte a la mar Océana esa que conocía Colón,
al que dedican una calle como la palma de su mano y que lo llevó a América.
Vamos, a la otra orilla, como cuando los niños jugábamos a la pelota en la
calle de acera a acera; las otras dos, Real y Rábida.
Mi
amigo me ha envidado la foto que ilustra la publicación: dos razones para
volver, ver a mi amigo y deambular por la Cumbres de Enmedio.
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