sábado, 23 de diciembre de 2023

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Pablo Pérez Gómez



                            P. Pérez Gómez. (Plumilla)

 

23 de diciembre, viernes. Pablo Pérez es un hombre de mediana edad, cuando escribo estas palabras hilvanadas unas con otras con ese hilo invisible que se llama amistad y admiración hacia una trayectoria. Lo conocí, hace un puñado de años. Era, entonces, un muchacho inquieto. Hurgaba en los papeles viejos del Archivo Histórica Municipal y buscaba datos y más datos sobre el pasado industrial de Álora. Y lo que es más importante, ¡disfrutaba mucho, muchísimo con su trabajo!

Pablo es un hombre bajito en estatura, pero muy grande por dentro. Tiene los ojos siempre abiertos a todo cuando puede suponer innovación. No pierde de vista el pasado y crea, en su fuero interno, un poso de incalculable sabiduría. No hay nadie en Álora que sepa más del patrimonio industrial desaparecido.

Habla de almazaras, de molinos harineros, tajares, lagares o fábricas electroquímicas. De su montaje, de su manera de funcionar, de donde vinieron, quienes fueron sus montadores y del día que pasaron a eso que se llama recuerdo. Todo lo plasmó en un libro que tituló El Patrimonio Industrial de Álora…

Trabajó a destajo. Anduvo por campos, vegas, lomas, altozanos y cañadas. Husmeó entre ruinas. Hablaba con todo el que se terciaba en el devenir por los caminos porque cada vez se hace mayor el desfase entre el tiempo – de ayer a hoy-  en el que se ha movido ese tipo de industrias.

Andando eso que llamamos tiempo Pablo entró a prestar sus servicios profesionales como Conserje en la Consejería de Educación. Ha pasado por diferentes centros obviamente y en todos ha dejado ese sello de bonhomía y dedicación.

Pablo viajero a los lugares exóticos de Asia o de América ha ido llenando las alforjas de su experiencia. Algunas veces las plasma en pinturas a plumilla, otras en tinta china o aplica algunas de esas técnicas que los que conocen la materia suelen emplear.

Cuando anduve preparando la publicación de La leyenda de Alí ben al-Malikí, recurrí a él. Le di un borrador y le pedí varias ilustraciones de la parte que él quisiera y con la libertad expresar lo que aquello le decía… Pasaron unos días y me sorprendió. Estoy seguro que ustedes, cuando salga el libro a la luz, también se van a quedar admirados de cómo ha plasmado y ha captado el sentido de un párrafo determinado o de un paisaje en concreto.

Pablo es un pintor a plumilla excepcional. Casi nadie lo sabe; él mismo no se da importancia… Eso es cosa que suele ocurrirle, con frecuencia, a la gente que vale mucho…

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