Se puede morir de muchas
maneras. Hay una a la que nadie acude cuando habla de ella. Es el éxito. Alguien
dice que Málaga está al borde de un problema si no rectifica a tiempo. Puede
morir de éxito.
Vive un momento esplendoroso.
Su aeropuerto ha batido un récord de viajeros. Veinte millones de personas han
pasado por esa terminal entre el Guadalhorce y la Sierra de Mijas.
En el centro no se cabe. Parece
una exageración. No lo es. Desde la remodelación urbanística crece y crece y
crece; no para. El nivel de calidad – de precios, también – del comercio que se
abre es equiparable al que puede existir en París o en Nueva York. No están
equivocados.
En el siglo XIX se le ganó
terrenos al mar. Se le empujó hacia
adentro y Atarazanas y la Aduana que antes estaban en sus orillas quedaron
incrustados en el casco urbano.
Durante casi un siglo todo
quedó estancado. Era una ciudad provinciana y cateta; gatos en el Guadalmedina
(asignatura pendiente) y una industria o inexistente o en decadencia. No se
rompían los moldes.
Después, desde finales del XX,
hasta hoy, todo diferente. Desde la Malagueta a la Plaza de Manuel Azaña (en
las puertas de la Comisaria para que nos entendamos) y donde van a construir,
dicen, que ya, el Caixaforum hay tres unidades perfectamente delimitadas. El
Parque, la Alameda y la Avenida de Andalucía.
El Parque se debe a Cánovas
(este hombre podría cantar aquello de “fuiste madre para todos y madrastra
para mi”). Más de trescientas especies arbóreas. Una de las joyas botánicas
de Europa.
En la Acera de la Marina
arranca la Alameda. Ahí vivió la oligarquía malagueña del desarrollo industrial
del XIX; llega hasta el Guadalmedina.
La Prolongación o Avenida de
Andalucía antaño no existía. Vino después. Por el Puente de Tetuán se accedía ‘al
otro lado’. Ocupa parte del Perchel y la
Huerta del Obispo…
Desde la Alameda Principal llevan
al mar, la Alameda de Colón; Tomás Heredia, hijo del prócer Manuel Agustín, el
riojano del Camero Viejo que creó la primera siderúrgica de Andalucía y calle
Córdoba convertida en eje de eso que
llaman el Soho de la mano de Antonio Banderas y su brazo derecho, su hermano
Javi, dos malagueños a quienes nunca pagaremos bastante lo que hacen por la
tierra.,
Calle Larios es otra cosa. Es
algo así como el salón de nuestra casa abierto a todo el mundo… Por el
contrario; el centro ‘histórico) está colapsado. Los apartamentos turísticos
expulsan a los malagueños de sus raíces. Ahí hay un peligro. Eso, y otras
cosas, pueden llevar a Málaga a morir de éxito.
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