sábado, 16 de diciembre de 2023

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Éxito

 

 


Alumbrado navideño en calle Larios. (Málaga)

 

Se puede morir de muchas maneras. Hay una a la que nadie acude cuando habla de ella. Es el éxito. Alguien dice que Málaga está al borde de un problema si no rectifica a tiempo. Puede morir de éxito.

Vive un momento esplendoroso. Su aeropuerto ha batido un récord de viajeros. Veinte millones de personas han pasado por esa terminal entre el Guadalhorce y la Sierra de Mijas.

En el centro no se cabe. Parece una exageración. No lo es. Desde la remodelación urbanística crece y crece y crece; no para. El nivel de calidad – de precios, también – del comercio que se abre es equiparable al que puede existir en París o en Nueva York. No están equivocados.

En el siglo XIX se le ganó terrenos al mar. Se le empujó  hacia adentro y Atarazanas y la Aduana que antes estaban en sus orillas quedaron incrustados en el casco urbano.

Durante casi un siglo todo quedó estancado. Era una ciudad provinciana y cateta; gatos en el Guadalmedina (asignatura pendiente) y una industria o inexistente o en decadencia. No se rompían los moldes.

Después, desde finales del XX, hasta hoy, todo diferente. Desde la Malagueta a la Plaza de Manuel Azaña (en las puertas de la Comisaria para que nos entendamos) y donde van a construir, dicen, que ya, el Caixaforum hay tres unidades perfectamente delimitadas. El Parque, la Alameda y la Avenida de Andalucía.

El Parque se debe a Cánovas (este hombre podría cantar aquello de “fuiste madre para todos y madrastra para mi”). Más de trescientas especies arbóreas. Una de las joyas botánicas de Europa.

En la Acera de la Marina arranca la Alameda. Ahí vivió la oligarquía malagueña del desarrollo industrial del XIX; llega hasta el Guadalmedina.

La Prolongación o Avenida de Andalucía antaño no existía. Vino después. Por el Puente de Tetuán se accedía ‘al otro lado’.  Ocupa parte del Perchel y la Huerta del Obispo…

Desde la Alameda Principal llevan al mar, la Alameda de Colón; Tomás Heredia, hijo del prócer Manuel Agustín, el riojano del Camero Viejo que creó la primera siderúrgica de Andalucía y calle Córdoba convertida en  eje de eso que llaman el Soho de la mano de Antonio Banderas y su brazo derecho, su hermano Javi, dos malagueños a quienes nunca pagaremos bastante lo que hacen por la tierra.,

Calle Larios es otra cosa. Es algo así como el salón de nuestra casa abierto a todo el mundo… Por el contrario; el centro ‘histórico) está colapsado. Los apartamentos turísticos expulsan a los malagueños de sus raíces. Ahí hay un peligro. Eso, y otras cosas, pueden llevar a Málaga a morir de éxito.

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