19 de diciembre, martes. Cuando
yo era niño la Navidad venía cargada con la ilusión con la que los niños
acogíamos todo lo que llegaba…
Cuando yo era niño, me repito, eran
tiempos de dulces caseros, Villancicos, Meceeros “Tontos”. De casi todo
eso, ya más recuerdo y pasado, que actualidad. Ya se sabe aquello de Juan Ramón…
“y el pueblo se hará nuevo cada año”.
Desde que llegó la
industrialización, los mantecados envueltos en papel de celofán se desenvuelven
con menos encanto. Ni mejor ni peor; distintos. Se cocían en bandejas de latón en
el horno caldeado con aulagas, retamas y leña de monte; se hacían con manteca
de cerdo, con aceite y sabían mucho a cariño y reencuentro.
Decía Rodríguez Marín que en su
origen el Villancico era una estrofa improvisada para cantarla en las zonas
rurales. Se formaba con una composición de tres versos octosílabos con rima
asonante en el segundo y en el tercero y al que luego andando el tiempo se le
agregó un cuarto en el que se repetía el primero después del segundo.
Por este tiempo también se
formaban las pastorales. Casi siempre con mucho de improvisación -porque somos
así - una vez que se acortaban las faenas agrícolas y las noches, por más, se
hacían largas, largas.
El pastor se vestía con pantalón
de lana, camisa a cuadros, zamarra de vellón de oveja, zurrón, gorro de piel,
alpargates y una honda; la pastora, falda rizada, camisa blanca, pañuelo al
cuello, alpargata, medias recias y enaguas de tiras bordadas.
Los instrumentos en los hombres
los propios: zambomba con pellejo de conejo y carrizo de caña, pandero, botella
de anís y rascacielos… Las mujeres llevaban un almirez, pandereta y botella.
La riqueza creativa,
impresionante. Por ejemplo: “aunque estaba la noche serena / por todos los
campos la nieve caía/ caminaban los pobres pastores / por todos los campos de
la serranía. / Cuando llegan a Belén/ ven a Jesús reposar. Y en silencio los
pastores….”
“Madre, en la puerta hay un niño / más
hermoso que el sol bello / parece que tiene frío / porque viene medio encueros.
/ Pues, dile que entre y se calentará…” Nos cantaba,
- ¡con aquella voz! - mi abuela Ana; en la chimenea, crepitaban las llamas… Y uno
muy acorde con los tiempos que corren: “Niño chiquitito / dile a tu papá/ se
lleve la guerra / y nos traiga la Paz”.
Navidad, tiempo de buenos deseos…
¿Mira que si nos da por hacerle caso y le damos un vuelco a esta situación?
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