sábado, 9 de diciembre de 2023

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Un día gris


 


9 de diciembre, sábado. Hizo un día raro, más raro que otros días. Llovió y no llovió. La carretera mojada, resbaladiza y peligrosa. Tan pronto aparecía la lluvia como se abrían claros, entre las nubes, y se dejaban ver un cielo lejano.

Cuando llegaban los días cercanos a la Pascua -en el pueblo se celebra más la Pascua de Navidad que la de Resurrección - la esplanada de la estación era un hervidero de gente. La faena entraba en una vorágine. Se cargaban vagones y más vagones de trenes que iban a sitios lejanos. Las máquinas los arrastraban lentamente. Los hombres desde el muelle lanzaban los pañiles llenos de naranjas hacia el interior donde lo recogían otros hombres.

Aquella mañana llegó a la estación un tren distinto. El niño miraba asombrado porque aquel tren traía algo que no traían otros trenes. Aquel tren portaba en sus bateas y en unos vagones con puertas especiales ¡un circo!

Alguien dijo que iba para Málaga. No era tiempo de circos porque los circos cuando tienen su actividad es en verano, pero aquel día sin saber por qué había llegado a la estación un tren que portaba un circo.

El niño miraba atónito.  Jaulas enormes de hierro, de barrotes gruesos y unos cerrojos con candados. Dentro de las jaulas, en cada una de ellas, había tres leones. El niño solo había visto los leones que aparecían en las portadas de las libretas (en la contraportada, la tabla de multiplicar). Aquellos leones le parecieron soberbios, aunque no tenían tanta melena como los de las portadas de las libretas…

En otras iban más animales. En una, unos monos sucios, de miradas perdidas; un camello que rumiaba lentamente la paja. La tomaba de un recipiente que había en un rincón del vagón; unos caballos pequeñitos de pelo brillante…

El niño llegó tarde a la escuela. Bajó la manilla, sin mediar palabra, en su gozo interior, dijo en voz alta, mientras empujaba la puerta.

-Don Juan ¿se puede?

- Se puede… venir a su hora, respondió don Juan, un hombre delgado, de mirada fría y voz muy aguda.

- ¡Un circo, don Juan, ha venido un circo!

Don Juan tomó una regla negra que tenía sobre la mesa y mientras la blandía al aire…

- Anda, entra, y vente a tu hora, que te vaya a tener que dar yo entradas para el circo…

El paisaje que el niño venía desde el ventanal de la escuela era como un fantasma bajado de otras tierras. Las meigas no son de aquí; los circos, tampoco. Aquella mañana era propicia para acariciar a las meigas y no pensar en los circos.

 

 

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