31 de diciembre, domingo. Volvieron,
por otoño, los tordos al campanario. Por
el día se las andaban en los olivares; al atardecer buscaban el amparo de la
torre. En los ficus del parque los gorriones con un gorjeo constante pugnando para
conseguir un refugio más caliente y menos venteado.
Algunos árboles están desnudos.
Han cumplido ciclo. En las atracciones suenan música y villancicos estridentes.
Llaman a los niños… Siento melancolía.
Hemingway plasmó de manera magistral
la soledad del viejo pescador de la Habana. Era el reflejo de muchos de
nosotros ante la vida que nos ha alumbrado... He sentido en el tiempo que queda
atrás las dentelladas de tiburones que navegaban en mi propia agua y, al mismo
tiempo, el calor cálido del cariño de quienes me han arropado y me han dado lo
mejor de sí mismos. Ahora toca arrancar – dicen – la última hoja del calendario.
Me fui esta mañana temprano a
la huerta. La escarcha lo cubría todo. A medida que calentaba el sol el vaho
subía a manera de nube. Daba la sensación de un paisaje de fantasmas. El
amanecer (de hecho, ya había salido el sol) ha sido bellísimo y frío. Los
pájaros, que son más madrugadores que yo, aún no habían decidido desayunarse, y
esperaban su momento. ¿Dónde estaban los pájaros esta mañana?
Pasó un tren (¡cuántas ilusiones llevan dentro los trenes que pasan!) de los de Media
Distancia, que son los que ahora circulan por esta vía infrautilizada. En el
luminoso ponía: Santa Justa. Va a Sevilla. A su paso se han movido los hinojos
secos de la trinchera.
El año se acaba. No es una
novedad escribirlo el último día de diciembre. La gente se odia en Oriente
próximo, (en otros sitios, también); América, la nuestra, despierta con un
interrogante enorme sobre su futuro; la otra, la del norte, se consume en su
egolatría. África, revienta; Asia, aguarda. Otros, a los quiero, sufren la
soledad del desamparo, el amargor después de la ruptura, el hachazo de la
injusticia y de muerte, el dolor físico de cuerpo o de la propia alma.
Arden unos leños en la
chimenea. Bullen las ollas en los fogones de la cocina. Se afanan las mujeres.
Quieren la perfección para esta noche. Brota en mí un deseo de que en el año
que entra mañana sean ustedes felices, si pueden…
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