7 de diciembre, jueves. El
tren cruza una llanura semiplana semidesarbolada. A un lado, en el horizonte,
La Mancha; al otro, elevaciones de medio pelo, los Montes de Toledo. La
velocidad del tren hace que pase el campo tan rápido que no se ve lo que está
cerca. Se percibe con más nitidez la lejanía…
Entra en una esas comarcas que
uno estudiaba de niño. En realidad, eran varias, pero en el texto de Geografía aparecían una detrás
de otra sin que el niño tuviese capacidad para saber donde comenzaba una y
donde terminaban las demás: La Sagra, La Jara, Los Yébenes… Todas estaban ahí, entre
las montañas de elevación media y la llanura inmensa.
Desde el tren cuando se va
desde el sur en dirección a Madrid, a la derecha, el castillo – lo que queda
del castillo – de Guadalerzas construido en el siglo XI por Alfonso VI. Tuvo su
protagonismo y su importancia. Hoy, un puñado de ruinas para asombro de
viajeros y testimonio de un pasado.
La torre de Azuqueca es una
torre desmochada. Otea los vientos y dice de su importancia cuando fue vigía y
protección para los que se acercaban de Consuegra a Los Yébenes o bajaban por
el Camino de Sevilla desde la Meseta hasta las tierras de Andalucía.
La torre – pudo ser una pequeña
fortaleza – está sobre un promontorio; rompe la monotonía de la llanura a orillas del
río Algodor. En su interior, mínimo, conserva restos de lo que pudo ser un pozo
y las señas, en sus paredes decrépitas donde se incrustaban las vigas
sostenedoras de su techumbre. O sea, nada.
La fortaleza perteneció a la
Orden de San Juan y formaba parte de otras estructuras de defensa militar para
guarecer una pequeña partida de hombres encargados de defender el Campo de
Consuegra. Eran momentos donde las Órdenes Militares, soldados hechos para
guerrear y al mismo tiempo imbuidos de un sentimiento religioso muy propios de
aquellos tiempos medievales.
Estas construcciones a manera
de atalayas porque su emplazamiento y su altura en la llanura no permitían otra
cosa controlaban con un gran dominio todo el entorno. Además de la de Azuqueca
existen muñones de algunas otras. Pasados los tiempos de guerra algunas fueron
la cimentación de los molinos de viento, emblema y símbolo de la tierra
manchega por donde caminó aquel loco que quería arreglar el mundo y que se
llamó, en el bautizo de Cervantes, Alonso Quijano…
No hay comentarios:
Publicar un comentario