4 de diciembre, lunes. Mi amigo vive en un pueblo perdido
entre la Selva Negra y los Alpes. El pueblo donde vive mi amigo se llama Weyarn. Me dice que allí sigue haciendo mucho frío en invierno y que
antes nevaba más que ahora, pero a pesar de eso ya están blancas las cumbres.
En el pueblo donde vive mi amigo hay viñedos sembrados en las
laderas de la montaña. Las noches de verano son encantadoras. Dejan de sonar los
cencerros de las vacas y se hace un silencio que lo llena todo.
Las vides en verano están frondosas. El verde de sus sarmientos
se confronta con el verde de la yerba que crece desde la primavera hasta
finales del verano. En los sarmientos aparecen los racimos de uvas que luego,
cuando maduren, serán vino. Un vino propio que no sale de su tierra.
- ¿Porque se marea, ¿no? le dije un día a Edwin que es como se llama mi amigo.
- No, porque la producción es tan pequeña, me respondió, que no
se comercializa fuera de la región.
Mi amigo es un alemán como son todos los alemanes que conozco.
Cabal, serio y en su sitio. Mi amigo cuando viene por Málaga siempre admira el
sol, y yo le digo que para venir de turismo sí, pero para convivir con él…
De vez en cuando, por la puerta de la casa de mi amigo pasa un
tractor cargado de heno. Lo llevan a los silos. Cuando vengan los meses de días
cortos y noches muy largas el ganado tendrá la reserva de su alimento
asegurada. (Le tengo que preguntar si la campana del reloj toca también en las
noches de invierno).
Los amaneceres de verano en el pueblo donde vive mi amigo son
esplendorosos. El sol se eleva sobre las cumbres de las montañas y tras las
ventanas entreabiertas se ve un campo muy distinto al campo que yo estoy
acostumbrado a ver. En los meses de primavera tardía antes del alba, canta un
ruiseñor. En el cercado pastan, además de las vacas, un par de caballos
percherones. Los tienen para tirar de los carros.
Mi amigo me ha enviado un video de felicitación para Navidad. De
música de fondo le ha puesto: “Oh, luz de Dios”…
Escribo y pienso en mi amigo a esas horas de la tarde, cuando ya
se ha puesto el sol. Aquí ya manda la oscuridad. Rebobino. Esa Luz de Dios que me ha llegado
desde su pueblecito perdido al pie de los Alpes es la luz a seguir en estos
momentos de tanta zozobra y confusión… Feliz Navidad, Edwin.
Precioso texto, querido Pepe. Enhorabuena.
ResponderEliminar