Dijo Federico que los ríos de Granada
bajan de la nieve al trigo y que el río Guadalquivir va entre naranjos y olivos.
Federico dijo también que para los barcos de vela Sevilla – no lo nombraba –
tenía un camino. ¿Hacía falta que no nombrase?
Jorge Manrique dijo también
cosas muy serias. Hablo de ríos que van a la mar que es el morir, o seas ese
momento en que lo entregamos todo, después de una sucesión de jornadas a la que
damos en llamar vida.
Nace el Guadalquivir - ¡ay río
de Sevilla! – dice la copla entre pinares allá en Cazorla. Ahora se las andan,
por esos chauvinismos pueblerinos, a la gresca porque dicen que no nace allí y
se lo quieren llevar a nacer a otras tierras, andaluzas también, pero más lejanas.
Algo parecido he leído en no sé
qué sitio ocurre con la desembocadura y de se la quieren lleva a otro sito,
también en Cádiz, donde dicen que es su lugar de entrega de las aguas a la mar océano
la que baña las costas de esa tierra tan lejana que se llama América. En fin,
cosas y más cosas.
Ha echado su ancla esa
barquilla solitaria entre Coria y la Puebla. Me parece que tampoco hay que ponerle
apellidos, como tampoco a tantos otros que, aguas arriba, se empeñan en que
todos tienen que llamarse …”del Río” ¡Como si se pudiesen llamar de otra
manera!
Deja el río Gudalquivir,
Sevilla a un lado; al otro Triana, y se amansa en terrenos de marismas y
caracolea y se hace un río de aguas donde parece que solo se mueven cuando sube
o baja la marea… Es un río de orillas de ensueño. Cada uno tenemos nuestros
propios sueños; el río, también.
Villalón se empeñó en decirnos
que esa marisma se quedaron los moros que no se quisieron ir y él, además, quiso
rizar el rizo y procuró criar toros con los ojos verdes en praderas de
tonalidad diferentes.
Claro que Villalón no sabía que
los ojos verdes serían otros ojos, verdes como el trigo verde, y que Miguel de
Molina nos cantó cuando cantar algunas cosas de belleza excepcional estaba
hasta prohibido.
Entre Coria camaronera y la
Puebla de Morante, el de la media, ese, ese del que se puede decir que nadie ha
dado una media como las da él… una barquilla solitaria espera y espera. No sabemos
si la ha dejado ahí la marea. No sabemos nada de ella. ¡Pobre barquilla mía tan
lejos de la orilla…!
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